"El secreto de ser aburrido es decirlo todo"

Voltaire.

martes, 20 de diciembre de 2011

RAJOY EN ESTADO PURO.


Cabe esperar que el duro programa que viene anunciando Rajoy no lo sepamos cuando se comience a aplicar tras su publicación en el Boletín Oficial del Estado. Luego falta que la economía crezca. Si no ha aclarado cómo hará lo demás, menos esperamos que nos aclare esto último.

"En asuntos de trascendental importancia el estilo, que no la sinceridad, es fundamental".
La importancia de llamarse Ernesto.
Oscar Wilde

Fue Maquiavelo el que recomendaba al gobernante que los disgustos al pueblo debía dárselos de sopetón. El no lo decía así. “Las injusticias se deben hacer todas a la vez a fin de que, por gustarlas menos, hagan menos daño”, escribió el pensador florentino. Rajoy no debe conocer este consejo, o más probablemente no lo comparte. Porque desde que habla como gobernante, no hace otra cosa que anunciar sacrificios a los ciudadanos y no termina de desvelarlos. En su discurso de investidura tampoco lo hizo.

Ya se ha dicho, en todas partes, fue un discurso plagado de figuras retóricas. “Debemos sembrar con urgencia, si queremos que brote lo antes posible”. “A la salida de la crisis no habitaremos el mismo planeta”. “Las nubes de la pesadumbre ocultan el cielo”. “Desaparecerán los nubarrones, levantaremos la cabeza”. Rajoy repitió cosas así una y otra vez. “A Dios pongo por testigo que jamás volveré a pasar hambre”. Esta última, ya lo sabe todo el mundo, no es de Rajoy. ¿Pero, a que cuadra perfectamente con el lenguaje empleado?. Este despliegue oratorio puede explicarse por tres motivos.
Primero. La solemnidad del paso que daba Rajoy: ser investido presidente del Gobierno,...y por mayoría absoluta, debió hacerle pensar que merecía un discurso alejado de las triquiñuelas políticas o de aburridos tecnicismos.
Segundo. Los cinco millones de parados y la crisis lacerante no daban para discursos alegres. Y la retórica que empleó Rajoy, más que épica, como han dicho los de su partido, fue especialmente sombría.
Pero hay una tercera y principal razón para tanta metáfora y tanta frase que no dice nada. Rajoy se debía haber propuesto ayer lo de siempre: no aclarar nada de lo que piensa hacer. Y sólo como lo hizo, con retórica y más retórica, se es capaz de conseguirlo sin retirarse de la tribuna a los pocos minutos.

Mi intención no era hablar de esto sino de las medidas de gobierno del PP para salir de la crisis. Con lo que ha dado de sí la investidura las posibilidades son limitadas. Rebañaré también lo que aportó de nuevo en las réplicas a los grupos de la oposición.

Básicamente Rajoy y su equipo económico se han propuesto tres cosas:

Lo primero: cumplir a rajatabla el recorte que Zapatero presentó a Bruselas, o mejor que Bruselas le impuso a Zapatero: O mejor aun, que Zapatero se dejó imponer por Alemania y el Banco Central Europeo. Ese recorte dice que el año que viene se ha de gastar entre 16.500 y 17.000 millones de euros menos. Basta con mirarlo en el Programa de Estabilidad redactado hace un año. ¿Cómo recortará Rajoy? Pues basta también con mirar ese documento. Lo conté aquí en otro artículo hace tres semanas. Ese recorte es para el conjunto de las Administraciones Públicas. Y no es el Estado el que ha de recortar (si las cosas no empeoran) sino las Comunidades Autónomas. Incluso el Estado podría tener cierto margen de aumento. Entonces ¿Rajoy que pinta en esto? Su papel puede ser determinante, porque debe obligar a las autonomías a que recorten. Y las puede ayudar ¿Cómo? No quiero dar pistas sobre medidas a las que soy contrario y que Rajoy no necesita, pero, por ejemplo decretando un nuevo recorte a los empleados públicos. No hay que olvidar que hay más en las Comunidades.

Lo segundo: también es continuar otra tarea ya emprendida. Sanear los bancos y cajas. Las entidades tienen un lastre. Prestaron muchísimo dinero con casas o suelo como garantía. El dinero no lo sacaron de la nada. Una parte lo pidieron a su vez prestado en el extranjero. Ahora tienen que devolverlo, pero muchos de los créditos que dieron no se los devuelven. Se han quedado con casas y suelo que valen ahora mucho menos. Y claro, bancos y cajas no pueden devolver el dinero que a su vez deben fuera pagando con casas y suelo desvalorizado. Eso les hace que ahora no presten. Siguen ganando mucho dinero y cuando necesitan devolver préstamos o invertir más, se lo piden al Banco Central Europeo, que presta sin límite a los bancos, aunque se lo niegue a los Estados. El PP se propone dar solución a esto. Hay dos formas: que los bancos y cajas reconozcan en sus cuentas que las casas y suelo que se han quedado valen muy poco y asuman que tienen que perder mucho dinero durante mucho tiempo, “les cueste lo que les cueste”, como dijo para sí Zapatero. O que haya una institución que les compre esas casas (eso sí, a menos de lo que costaron) para librarlos de esa carga. Y los bancos y cajas puedan decir “aquí no ha pasado nada”. Ese “paganini” sería en última instancia el Estado, al menos en parte. Es lo que se denomina constituir un banco malo y que podría muy bien llamarse banco malísimo, a la vista de quien acarrearía con los gastos. Los ciudadanos, que son los dueños del Estado, se “comerían” el problema generado por los bancos. Esta podría ser una fórmula empleada para ese saneamiento financiero. Ya veremos.

Y lo tercero: es lo más obvio, y posiblemente lo más contundente: otra reforma laboral. Como en cada crisis, se trata de salir de ella reduciendo las garantías del trabajador y dando más libertad al empresario para que modere salarios y despida más fácil. Ayer Rajoy, en una réplica pareció que se inclinaba por el llamado contrato único, algo que vienen rondando hace tiempo. Tendría una indemnización que iría a más según pasaran los años, pero siempre más baja que la actual. El argumento es que sólo habría ese tipo de contratos. Pero como lógicamente se deberían mantener los derechos de los contratos actuales, sería otro contrato a añadir a la larga lista: de único nada. Una manera imaginativa de abaratar el despido. Además se reduciría la capacidad de negociación colectiva para las empresas medianas y pequeñas. Para promover todo esto se recurre de nuevo al argumento falaz de que no hay flexibilidad en la contratación y el despido. ¿Si no la hay cómo es posible que España sea el país donde se crea empleo más rápido y se destruye a más velocidad?

Los detalles de la reforma del sistema financiero (de bancos y cajas) y de la reforma laboral no las dio Rajoy. Son posibilidades, deducidas de lo que dice y de lo que dicen otros que le asesoran. Así estamos a estas alturas: husmeando. Cabe esperar que el duro programa que viene anunciando no lo sepamos cuando se comience a aplicar tras su publicación en el Boletín Oficial del Estado.

Y después de todo, lo que luego falta es que la economía crezca. Es también un deseo de Rajoy. Si no ha aclarado cómo hará lo demás, menos esperamos que nos aclare esto último. 

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