"El secreto de ser aburrido es decirlo todo"

Voltaire.

martes, 9 de agosto de 2011

HASTA SEPTIEMBRE...OLVIDA LOS MERCADOS. LUEGO,...YA VEREMOS

                                                                       "Los hombres a las puertas de los
                                                                       negocios se saludaban uno a uno
                                                                       con una sonrisa que significaba
                                                                       que no andaban en nada bueno".
                                                                                        Oda a un banquero.
                                                                                        Lindsey Davis.

            No soy muy amigo de utilizar comparaciones extemporáneas para argumentar cuando escribo de economía. Se corre el peligro de que se tomen demasiado al pie de la letra y además, lo que se puede ganar en pedagogía, se puede perder en exactitud. Pero algunas veces valen cuando se ha argumentado ya bastante. En esta ocasión me atreveré con ello, como última entrega antes de las vacaciones.
            Veo tan estrambótica la respuesta que las autoridades (Gobiernos, Comisión Europea, Banco Central Europeo,  FMI) están dando a la llamada crisis de la deuda que la comparo con una persona que tuviese un empleo o un negocio con el que ganarse la vida, pero que al tiempo soportase una deuda, que devolvía poco a poco con parte de lo que ganaba. Un día sus amigos le alarmaron por su elevada deuda, que insistimos, pagaba religiosamente. Creyó que debía hacer algo, y optó por vender su negocio. Con el dinero obtenido se jugó una partida de póker. Si tenía una buena noche, las cartas solucionarían su problema. No hace falta desvelar quien ganó la partida. El hombre no sólo perdió el dinero que puso en la mesa de póker. Se quedó sin el negocio con el que ganaba justo lo suficiente para vivir y pagar poco a poco su deuda. Ahora su deuda engorda porque no tiene de donde sacar el dinero con qué pagarla.
            Pero volvamos a los hechos ciertos. Este domingo el Banco Central Europeo se decidió a comprar títulos de deuda pública de España y de Italia. Esos títulos ya emitidos no son sino préstamos al país que los saca al mercado a un tipo de interés. Quien los compra puede hacerlo con dos objetivos. El primero y más natural es quedárselos y esperar a cobrar el interés correspondiente. Pero puede también ganar dinero  de otra manera: venderlos, esperar a que bajen y después volverlos a comprar. En otras palabras, puede especular con esos préstamos. Si se compra un bono de 1000 euros  a cambio de recibir 40 euros cada año, se recibe un 4 por ciento de interés. Si quienes los poseen los venden de una vez, de forma masiva, su valor en el mercado bajará, por ejemplo a 800 euros. Y entonces, los 40 euros anuales que recibían de interés supondrán el 5 por ciento de esos 800 euros que ahora vale el bono. El Estado no tiene que pagar más interés por ello (son 40 euros). Pero si deberá pagar un interés superior en las nuevas emisiones que lance, en los nuevos préstamos que pida.
Así funcionan las cosas. Una venta masiva de esos títulos provoca su bajada y, como hemos descrito, un aumento de su tipo de interés. Pero una compra masiva de ellos puede provocar su subida y una caída del tipo de interés. Eso es lo que ha hecho el Banco Central Europeo, una compra masiva de deuda italiana y española. Su precio ha vuelto a subir y el interés a bajar. Si retomamos la partida de póker que como comparación utilizaba al principio, diremos que el Banco Central Europeo tenía full y el resto de los jugadores del mercado no pasaban de trio. El BCE jugó fuerte y ganó la mano. Pero la partida sigue.
Esa es una de las incógnitas que pueden quedar para septiembre. No ya quien ganará la partida: no hay timba de póker en la que los tahúres no desplumen a los demás jugadores, por poderosos que crean ser. La incógnita es si los Estados siguen dispuestos a jugar al póker con los mercados la salida de la crisis o abandonan la partida y apuestan por crecer para crear empleo y pagar sus deudas.
            Pero hay más incógnitas por despejar: ¿Romperá amarras Rubalcaba en su programa económico con el Zapatero del “me cueste lo que me cueste” que le ha costado lo que le ha costado, es decir, su hundimiento político?
            En otro lado: ¿Se comprometerá Rajoy con el programa económico que todo el mundo supone pero que no ha publicado? ¿O mantendrá su único principio de “hay que hacer las cosas como es debido” para evitar que cualquier otra cosa “le cueste lo que le cueste”?
            En septiembre veremos. De momento, el crecimiento que pudo ser sigue estancado con la ayuda inestimable del ajuste.

miércoles, 3 de agosto de 2011

DEUDA ,... PARO,... ELECCIONES: LA QUE NOS ESPERA

                                                                                   "¿Exige más valor reformar la vida
                                                                                   que soportarla?"
                                                                                                       Octubre, octubre.
                                                                                                       José Luis Sampedro.


Al contrario de lo  que pueda parecer, julio es un mes complicado para los que hacen información económica. Abundan los resultados empresariales del primer semestre...Pero lo más agobiante son los acontecimientos del mercado: subidas o bajadas bruscas de la bolsa, alzas espasmódicas de los precios del petróleo (aunque esta vez no haya sido el  caso) fluctuaciones incontroladas de las divisas. Y nervios de los políticos antes de irse de vacaciones, que en ocasiones van acompañados de decisiones precipitadas. Mi experiencia  de muchos años en este mundo así lo atestigua. No sé exactamente la razón. Es posible que todo se deba a la casualidad. También puede deberse a la llegada de las vacaciones. El periodo más  largo del año de baja actividad pone nervioso a los  que lo  van a disfrutar. Todos  quieren tomar  decisiones antes  de  irse a navegar con el yate, o simplemente tostarse bajo el sol y remojarse en el mar.

            Este año no ha sido menor el agobio económico-informativo: los test de estrés a los bancos, el déficit de las Comunidades Autónomas,…pero sobre todo, la angustia por la crisis de la deuda: Grecia, a punto de pasar del fondo del abismo a los infiernos, la angustia de la Unión Europea por salvarla, y cada vez más países de la eurozona con riesgos de bajar con ella al averno. Esto aquí, en Estados Unidos las cosas ha vuelto a estropearse.

            Y si julio es siempre mes de agitación y precipitación económica y financiera, agosto no está inmunizado de ello, aunque sea menos frecuente. La crisis de la deuda no sólo ha proseguido, sino que se ha agitado con más fuerza. La prima de riesgo de la deuda española ha superado este martes los 400 puntos. Significa que lo que deberá pagar España en intereses al pedir prestado será 4 puntos más de lo que paga el país más solvente: Alemania. A Italia le está pasando lo mismo. Esta llamada prima de riesgo lo que está haciendo precisamente es acentuar el  riesgo de que nuestra economía empeore y pase a ser de verdad menos solvente. ¿Cómo? Pues por el mismo procedimiento que le ocurrió a Grecia o a Portugal. Los intereses de la deuda pública española suben. Ahora vuelvo a recordar que en mayo de 2010, cuando el Gobierno, la Unión Europea y los analistas dijeron que estábamos al borde del abismo, la prima de riesgo se había disparado hasta 119 puntos. Se respondió con un recorte de los gastos del Estado y más facilidades para el  despido ¿Qué ha ocurrido? El crecimiento ha sido menor de lo que podría haber sido. Y para ser solvente lo primero es crecer, para poder ganar dinero y con ello devolver los préstamos. En estos momentos el abismo, al  borde del cual nos situábamos hace un año, ha quedado muy arriba. Más abajo debe quedar la entrada al infierno.

            Leo las informaciones y por asombroso que parezca, vuelvo a no encontrar noticias concretas que expliquen por qué se han disparado este martes los intereses de la deuda española, italiana, griega, portuguesa, irlandesa… Se dice, siempre a posteriori, que si ese fuerte repunte se ha debido a la agitación en la economía de Estados Unidos, que si la Comisión Europea está tardando demasiado en habilitar el  fondo que ayudará a Grecia y a los  países con problemas de deuda, que si no hay una autoridad única europea, y más cosas. Pero cada una de ellas no son sino circunstancias muy anteriores al  martes y sacadas como explicación posterior  a esta nueva subida de la  deuda. Ganas de explicar lo que no se sabe a ciencia cierta.
           
            Hace más de una año (desde mayo de 2010) la Unión Europea viene tomando medidas para atajar esta crisis de la deuda. Unas debían de ser decisivas y otras un complemento. Pero todas iban en una misma dirección: recortes, ajustes, reformas estructurales (fundamentalmente recortes de derechos laborales que meten el miedo en el  cuerpo a los agentes del mercado de bienes y servicios, el mercado más importante, es decir a los ciudadanos,, que restringen sus gastos por lo que pueda pasar). La última gran decisión fue el  pasado julio, en la Cumbre Europea que se creyó decisiva. Cada medida tomada ha traído tiempo después un aumento del precio de la deuda que se trataba de atajar.

            ¿Cuándo se reconocerá de una vez que cada medida ha sido un nuevo fracaso? ¿Que la dirección  tomada no lleva a ningún sitio, sino es, como hemos dicho, al infierno de cabeza? A la luz de los comentarios de las autoridades, de los analistas y de los economistas influyentes, a estas alturas no se sabe cómo responder.  Quizás cabe aquí recordar a J.M. Keynes, el economista que revolucionó el pensamiento económico y aportó soluciones a la Gran Depresión, que comenzó en 1929. En el prefacio de su obra capital, Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero, señala refiriéndose a la dificultad de elaborar una nueva teoría económica, que rompiese con el modelo clásico: “Las ideas aquí desarrolladas tan laboriosamente son en extremo sencillas y deberían ser obvias. La dificultad reside no en las ideas nuevas, sino en rehuir las viejas que entran rondando hasta el último pliegue del entendimiento de quienes se han educado en ellas, como la mayoría de nosotros”.