Cabe esperar que el duro
programa que viene anunciando Rajoy no lo sepamos cuando se comience
a aplicar tras su publicación en el Boletín Oficial del Estado.
Luego falta que la economía crezca. Si no ha aclarado cómo hará lo
demás, menos esperamos que nos aclare esto último.
"En
asuntos de trascendental importancia el estilo, que no la sinceridad,
es fundamental".
La importancia
de llamarse Ernesto.
Oscar Wilde
Fue Maquiavelo el que
recomendaba al gobernante que los disgustos al pueblo debía dárselos
de sopetón. El no lo decía así. “Las injusticias se deben hacer
todas a la vez a fin de que, por gustarlas menos, hagan menos daño”,
escribió el pensador florentino. Rajoy no debe conocer este consejo,
o más probablemente no lo comparte. Porque desde que habla como
gobernante, no hace otra cosa que anunciar sacrificios a los
ciudadanos y no termina de desvelarlos. En su discurso de investidura
tampoco lo hizo.
Ya se ha dicho, en todas
partes, fue un discurso plagado de figuras retóricas. “Debemos
sembrar con urgencia, si queremos que brote lo antes posible”. “A
la salida de la crisis no habitaremos el mismo planeta”. “Las
nubes de la pesadumbre ocultan el cielo”. “Desaparecerán los
nubarrones, levantaremos la cabeza”. Rajoy repitió cosas así una
y otra vez. “A Dios pongo por testigo que jamás volveré a pasar
hambre”. Esta última, ya lo sabe todo el mundo, no es de Rajoy.
¿Pero, a que cuadra perfectamente con el lenguaje empleado?. Este
despliegue oratorio puede explicarse por tres motivos.
Primero. La
solemnidad del paso que daba Rajoy: ser investido presidente del
Gobierno,...y por mayoría absoluta, debió hacerle pensar que
merecía un discurso alejado de las triquiñuelas políticas o de
aburridos tecnicismos.
Segundo. Los
cinco millones de parados y la crisis lacerante no daban para
discursos alegres. Y la retórica que empleó Rajoy, más que épica,
como han dicho los de su partido, fue especialmente sombría.
Pero hay una tercera
y principal razón para tanta metáfora y tanta frase que no dice
nada. Rajoy se debía haber propuesto ayer lo de siempre: no aclarar
nada de lo que piensa hacer. Y sólo como lo hizo, con retórica y
más retórica, se es capaz de conseguirlo sin retirarse de la
tribuna a los pocos minutos.
Mi intención no era
hablar de esto sino de las medidas de gobierno del PP para salir de
la crisis. Con lo que ha dado de sí la investidura las posibilidades
son limitadas. Rebañaré también lo que aportó de nuevo en las
réplicas a los grupos de la oposición.
Básicamente Rajoy y su
equipo económico se han propuesto tres cosas:
Lo primero:
cumplir a rajatabla el recorte que Zapatero presentó a Bruselas, o
mejor que Bruselas le impuso a Zapatero: O mejor aun, que Zapatero se
dejó imponer por Alemania y el Banco Central Europeo. Ese recorte
dice que el año que viene se ha de gastar entre 16.500 y 17.000
millones de euros menos. Basta con mirarlo en el Programa de
Estabilidad redactado hace un año. ¿Cómo recortará Rajoy? Pues
basta también con mirar ese documento. Lo conté aquí en otro
artículo hace tres semanas. Ese recorte es para el conjunto de las
Administraciones Públicas. Y no es el Estado el que ha de
recortar (si las cosas no empeoran) sino las Comunidades Autónomas.
Incluso el Estado podría tener cierto margen de aumento. Entonces
¿Rajoy que pinta en esto? Su papel puede ser determinante, porque
debe obligar a las autonomías a que recorten. Y las puede ayudar
¿Cómo? No quiero dar pistas sobre medidas a las que soy contrario y
que Rajoy no necesita, pero, por ejemplo decretando un nuevo recorte
a los empleados públicos. No hay que olvidar que hay más en las
Comunidades.
Lo segundo:
también es continuar otra tarea ya emprendida. Sanear los
bancos y cajas. Las entidades tienen un lastre. Prestaron
muchísimo dinero con casas o suelo como garantía. El dinero no lo
sacaron de la nada. Una parte lo pidieron a su vez prestado en el
extranjero. Ahora tienen que devolverlo, pero muchos de los créditos
que dieron no se los devuelven. Se han quedado con casas y suelo
que valen ahora mucho menos. Y claro, bancos y cajas no pueden
devolver el dinero que a su vez deben fuera pagando con casas y
suelo desvalorizado. Eso les hace que ahora no presten. Siguen
ganando mucho dinero y cuando necesitan devolver préstamos o
invertir más, se lo piden al Banco Central Europeo, que presta sin
límite a los bancos, aunque se lo niegue a los Estados. El PP se
propone dar solución a esto. Hay dos formas: que los bancos y
cajas reconozcan en sus cuentas que las casas y suelo que se han
quedado valen muy poco y asuman que tienen que perder mucho dinero
durante mucho tiempo, “les cueste lo que les cueste”, como
dijo para sí Zapatero. O que haya una institución que les compre
esas casas (eso sí, a menos de lo que costaron) para librarlos de
esa carga. Y los bancos y cajas puedan decir “aquí no ha
pasado nada”. Ese “paganini” sería en última instancia el
Estado, al menos en parte. Es lo que se denomina constituir un
banco malo y que podría muy bien llamarse banco malísimo, a la
vista de quien acarrearía con los gastos. Los ciudadanos, que son
los dueños del Estado, se “comerían” el problema generado por
los bancos. Esta podría ser una fórmula empleada para ese
saneamiento financiero. Ya veremos.
Y
lo tercero:
es lo más obvio, y posiblemente lo más contundente: otra reforma
laboral. Como en cada crisis, se trata
de salir de ella reduciendo las garantías del trabajador y dando más
libertad al empresario para que modere salarios y despida más fácil.
Ayer Rajoy, en una réplica pareció que se inclinaba por el llamado
contrato único,
algo que vienen rondando hace tiempo. Tendría una
indemnización que iría a más según pasaran los años, pero
siempre más baja que la actual. El argumento es que sólo habría
ese tipo de contratos. Pero como lógicamente se deberían mantener
los derechos de los contratos actuales, sería otro contrato a añadir
a la larga lista: de único nada. Una manera imaginativa
de abaratar el despido. Además
se reduciría la capacidad de negociación colectiva para
las empresas medianas y pequeñas.
Para promover todo esto se recurre de nuevo al argumento falaz de
que no hay flexibilidad en la contratación y el despido. ¿Si no la
hay cómo es posible que España sea el país donde se crea empleo
más rápido y se destruye a más velocidad?
Los
detalles de la reforma del sistema financiero (de bancos y cajas) y
de la reforma laboral no las dio Rajoy. Son posibilidades, deducidas
de lo que dice y de lo que dicen otros que le asesoran. Así estamos
a estas alturas: husmeando. Cabe esperar que el duro
programa que viene anunciando no lo sepamos cuando se comience a
aplicar tras su publicación en el Boletín Oficial del Estado.
Y
después de todo, lo que luego falta es que la economía crezca. Es
también un deseo de Rajoy. Si no ha aclarado cómo hará lo demás,
menos esperamos que nos aclare esto último.