"El secreto de ser aburrido es decirlo todo"

Voltaire.

domingo, 4 de noviembre de 2012

LA BOLSA O LA VIDA

La política económica no es aséptica, como toda política responde a una contraposición de intereses. Con la crisis, lo que obtiene el conjunto de los asalariados ha disminuido. Y el conjunto de las empresas se ha aprovechado de la pérdida de empleo.

...el aserto de que la falta de ocupación que caracteriza una depresión se debe a la negativa de los obreros a aceptar una rebaja en el salario nominal, no se apoya en hechos.”
John M. Keynes
Teoría general de la ocupación el interés y el dinero.



A principios de octubre escuché en la radio, en la Cadena SER, un testimonio del presidente de la patronal, la CEOE, Joan Rosell, que me dió que pensar. La frase era por lo demás bien simple: “Cualquier mensaje de cualquiera de las administraciones españolas, ya sea local, ya sea autonómica o ya sea estatal que diga que vamos a cumplir, que nos vamos a dejar la vida para cumplir el objetivo de déficit, yo creo que es bueno”.

No lo saco a colación para hablar del objetivo de déficit. Ni del ajuste que implica. A estas alturas parece ya bastante evidente que el recorte del gasto público en plena crisis no lleva sino a la depresión de la economía y por consiguiente a la reducción de los ingresos públicos: el conjunto de la sociedad gana menos, gasta menos y por tanto paga menos impuestos. Recordemos que esto, que todo el mundo entiende ahora como una obviedad, no fue siquiera considerado por los analistas, economistas o líderes de opinión que defendieron los ajustes a partir de 2010 como algo no sólo inevitable, sino además como un signo de arrojo que había dado por fin con el camino adecuado para la salir de la crisis. Pese a quien pese o, me cueste lo que me cueste.

¿Y a qué ese interés por dejarse la vida, al que aludía el presidente de los empresarios? ¿Merece la pena ese sacrificio? ¿Cuál es su objeto?

La política económica no es aséptica, como toda política responde a una contraposición de intereses. Y la aplicada en estos tiempos puede valorarse en función de quien pague la factura de la crisis, si todos por igual, lo que no significaría avanzar a una sociedad igualitaria, sino que cada uno mantenga las posiciones de partida, o si unos la pagan más que otros. Para ello, imaginemos que la riqueza es una gran tarta. Veamos si continúa igual de repartida que antes, con independencia de su tamaño. Esta comprobación no es una quimera, ni se ha de recurrir a apreciaciones subjetivas para saldar agravios. Las cuentas que realiza el Estado, por medio del Instituto Nacional de Estadística, permiten saberlo con cierta claridad.

Desde que comenzó la crisis (fijamos como fecha de arranque el verano de 2008) hasta ahora, lo que gana el conjunto de los asalariados ha disminuido un 8,7 por ciento. Sin embargo, y pese a la crisis, lo que ganan las empresas ha aumentado el 1,7 por ciento. Significa que el trozo de la tarta de los que viven de su sueldo se ha hecho más pequeño y la de los que contratan a los asalariados, el de las empresas, se ha hecho un poco mayor. Tampoco han logrado tanto, podríamos pensar, para lo mucho que han disminuido los ingresos de los asalariados. Pero sí supone bastante, si tenemos en cuenta que la tarta se ha hecho más pequeña y el trozo empresarial más grande pese a ello. Lo vemos con números. Las empresas se llevaban al comienzo de la crisis el 42 por ciento de la tarta. Ahora se llevan casi el 45 por ciento. El cambio en el reparto todavía no es muy grande, por lo que hay que insistir en ello.

¿Tiene esto algo que ver con la política económica? ¿Guarda esto mucha relación con la política de austeridad y reformas? Los mismos números dejarán claro que sí. El coste de la crisis no se ha pagado siempre igual. Dividimos la hecatombe en que estamos sumidos en dos tramos: antes y después de la política de austeridad y reformas.

Entre mediados de 2008 y mediados de 2010 las ganancias de los asalariados habían caído un 4,4 por ciento. Y las ganancias de las empresas habían bajado más aún: casi el 7,5 por ciento. No podía ser. No era posible que los que contratan trabajadores y habían visto crecer sus ganancias más que estos durante la prosperidad, ahora hubiesen de repartir con ellos la carga de la desgracia. Era una constante aquí y en todas partes.

Las cosas cambiaron. La política económica tomó otra calle que parece interminable, porque aún seguimos en ella. ¿Era posible que las cosas fueran a peor? Sí lo era. Pero no para todos. Vino la austeridad. Esa que aun permanece como un mandato supremo y en la que, el presidente de los empresarios considera bueno eso de que “nos vamos a dejar la vida”. Veamos quién se la deja. Desde mediados de 2010 hasta ahora, las ganancias de los asalariados han caído ligeramente más que en el anterior periodo de la crisis: un 4,5 por ciento. ¿Y las ganancias de las empresas? ¡Han crecido... un 10 por ciento!

De acuerdo con el aserto del presidente de los empresarios parece claro quiénes se dejan la vida y quiénes se llevan la bolsa.

Esto no se refleja en una sola estadística. El mismo organismo publica también cada trimestre cómo marchan las rentas, las ganancias, de las familias y de las empresas. También del Estado y del conjunto de las administraciones públicas. Ahora las ganancias de las familias son un 6 por ciento menores que cuando comenzó la crisis. Las empresas disponen de casi un 74 por ciento más de renta. Y las administraciones públicas han sufrido un adelgazamiento como ninguno: Su renta disponible es ahora un 32 por ciento menor que cuando se desató la crisis.

La explicación primaria de ese nuevo reparto de la tarta parece evidente. Han perdido su empleo más de tres millones de personas. Ello, acompañado de una moderación salarial, ha provocado una caída del conjunto de los salarios. Se podrá argumentar que el salario individual no ha caído. Sí lo ha hecho, porque ha crecido menos que los precios. Pero además, lo cierto es que lo que obtiene el conjunto de los asalariados para mantenerse en conjunto ha disminuido. ¿Y por qué a partir de 2010 no les ha pasado lo mismo a las empresas, al conjunto de las empresas, si estamos en crisis? Pues porque el conjunto de las empresas se ha aprovechado de la pérdida de empleo.
Pero esto no durará siempre, se podrá pensar. En el momento en que se supere la crisis y los parados encuentren empleo, volverá la situación de antes, esa en la que las empresas ganaban más, pero a los trabajadores no les iba mal, porque también aumentaban su ganancia a buen ritmo. ¿Seguro que se restablecerá el orden anterior? Eso podría ser cierto si lo que estuviese ocurriendo fuese coyuntural. Es decir, no hubiese cambiado nada más. Pero no es así. ¿No hemos oído hablar de las reformas estructurales? ¿Qué reformas? La laboral, la de los impuestos, la de reducción de los servicios públicos, la de las pensiones, la de la administraciones públicas. También la de la Constitución, aprobada por sorpresa en septiembre de 2011. Ésta es la más grave, porque ata al Estado para que no pueda equilibrar las desigualdades mediante el gasto público. Y sobre todo, porque antepone el derecho del acreedor del Estado a cobrar por encima de la protección pública de los ciudadanos. La situación salarial y de derechos anterior no volverá si se asientan esas reformas.

Los ciudadanos deberán entonces costearse todo lo que el Estado ha dejado de darles y dispondrán de ganancias más reducidas. ¿Cómo podrán las empresas venderles sus productos y sus servicios, para seguir ganando? Ese es el problema. Pero la solución ya está inventada, se ha practicado antes: prestándoles dinero. Esa es la tarea de los bancos. Por eso los bancos deben estar saneados de nuevo. Y estos, ¿de donde lo sacarán? Las posibilidades siguen intactas: lo podrán sacar como antes. Podrán transformar esos préstamos en títulos con los que se especula en los mercados financieros, en todo el mundo. El dinero de ese modo se reproduce a sí mismo. Y vuelta a empezar.

Dicen que las crisis son épocas de grandes oportunidades... para quien las sabe aprovechar. La descrita puede ser una vía. Pero hay otras. Todo depende de los ciudadanos.

domingo, 14 de octubre de 2012

LA VISITA DEL DOCTOR MUERTE


Los países que ha sufrido un rescate han visto como su crédito financiero, es decir, la capacidad para conseguir dinero, no sólo no ha mejorado, sino que ha empeorado hasta límites todavía incalculables.



Piensan que es la muerte algunos;
otros, viendo su rigor,
le llaman el día del juicio,
pues es total perdición.”
Francisco de Quevedo.
Romance satírico.


El rescate financiero de un país necesitado de dinero no debería a priori suponer el hundimiento de éste. Antes al contrario. El objetivo teórico es evitar que se venga abajo y recuperar su crédito. Es decir, que pueda pagar con normalidad y que le puedan prestar con normalidad. Sin embargo la forma de abordar los rescates en la Zona Euro ha provocado algo distinto. Los cuatro países que ha sufrido un rescate han visto como su crédito financiero, es decir, la capacidad para conseguir dinero, no sólo no ha mejorado, sino que ha empeorado hasta límites todavía incalculables.

Hagamos un repaso. Comprobemos la prima de riesgo de cada uno. Es la diferencia entre el interés de su deuda a 10 años y la de Alemania, el más solvente, para los que prestan dinero a los países. Grecia: antes de ser rescatada, el 3 de mayo de 2010, tenía una prima de riesgo de 693 puntos. Significa que el interés de sus bonos a 10 años era 6,93 puntos mayor que el de Alemania. Su deuda nunca había llegado a tanto. Dos años más tarde, en marzo de 2012, la prima de riesgo griega llegó a los 3.476 puntos. Irlanda: fue el segundo país en pasar por el trago del rescate. Lo hizo el 21 de noviembre de 2010. Entonces su prima de riesgo había llegado a niveles considerados escandalosos. Se situaba en 525 puntos. Siete meses después había subido hasta 1.058 puntos. A Portugal le llegó la hora, o mejor, como los demás, optó por someterse al remedio del rescate, el 16 de mayo de 2011. Su prima de riesgo le castigaba como nunca: estaba en 659 puntos. Ocho meses más tarde había escalado hasta los 1.560 puntos.

España fue urgida para que también pidiese el rescate. En esa ocasión debía obtener dinero para sanear sus bancos. Fue el 9 de junio de este año. La prima de riesgo estaba en 489 puntos. Esa misma tarde el ministro de Economía, Luis de Guindos, tras aprobarse el rescate, vaticinó que los mercados relajarían su presión sobre España. Ocurrió, como en casos anteriores, justo lo contrario. Era un sábado. El lunes nada más abrir los mercados la prima de riesgo inició su escalada y mes y medio después alcanzaba los 638 puntos.

En todos los casos la disparatada prima de riesgo se moderó algo este año, pero siguen estando en niveles muy superiores al rescate. Sólo España, de quien se da por seguro que lo pedirá en breve para toda su economía, se sitúa por debajo del nivel que tenía antes.

Estas son consecuencias financieras de los rescates. Los gobernantes, los economistas, los directivos empresariales, los mismos que defendían el modelo de superendeudamiento de empresas y familias que llevaron a la catástrofe, argumentan que los rescates, y los ajustes que conllevan, serán inevitablemente dolorosos para la población, pero necesarios para que los mercados no nos castiguen. Pero los hechos les desmienten. Cada rescate ha llevado consigo un mayor castigo de los mercados.

En síntesis, los rescates han ocasionado, por imposición de los que mandan en la Unión Europea:
Fuertes recortes de gasto, en la mayoría de los casos gasto social, y subidas de impuestos a los ciudadanos, en especial indirectos como el IVA, que castiga más al que menos gana, lo que deja desasistidos a muchos ciudadanos y les impide o desanima a consumir.
El efecto de estos ajustes, la llamada austeridad, ha provocado un descenso de la actividad económica. Esta caída tiene dos consecuencias negativas para hacer frente al sobreendeudamiento. Primera, los menores ingresos de los ciudadanos conllevan menos ingresos del Estado y éste tiene más problemas para pagar los intereses. Y segunda, el menor crecimiento de la actividad hace que por sí sola la deuda aumente, en lugar de disminuirse o congelarse con el paso del tiempo. Este fenómeno es muy simple. Si alguien tiene una deuda de 50.000 euros y gana 50.000 euros al año, tendrá un nivel de endeudamiento del 100 por 100 de su renta. Si al año siguiente aumentan sus ingresos a 55.000 euros, su endeudamiento se habrá reducido al 91 por 100 de su renta. Con el paso del tiempo, esa deuda será mucho menor en relación con lo que gana y por tanto fácilmente soportable. Si por el contrario al año siguiente ve reducidos sus ingresos a 45.000 euros, su endeudamiento habrá aumentado al 111 por 100 de su renta.

Pero los rescates han ocasionado también un efecto perverso en los mercados. Como antes decía, han elevado el coste de la deuda a los que se han sometido al mismo. Grecia, Irlanda y Portugal apenas pueden pedir dinero prestado emitiendo deuda pública, por lo que parecería que eso no va con ellos. Pero no es así. El aumento de los intereses de su deuda lo es también para las empresas o los bancos de su país, que padecen igualmente ese castigo.

En España el rescate sería diferente. Ahora se trata sólo de pedir al MEDE, el fondo europeo de rescate, una línea de crédito para la deuda pública española. No hay ni que gastar ese dinero. Se trata de una formalidad. En realidad se pediría porque es la condición que pone el Banco Central Europeo para que éste se decida a comprar bonos españoles a tres años. Conseguiría así que baje su interés y aliviaría los agobios de España. Pero hay condiciones. La primera no hay ni que imponerla, ya está impuesta: España debe cumplir a toda costa su objetivo de que este año el déficit público no sobrepase el 6,3 por ciento del Producto Interior Bruto y el que viene el 4,5 por ciento. Sin embargo todo el mundo sospecha que no lo va a conseguir. Tanto ajuste ha provocado una caída de la recaudación que puede hacerlo imposible. ¿Que ocurriría si España pide el rescate y no cumple con la rebaja del déficit? Pues el Banco Central Europeo lo deja muy claro: no compraría bonos españoles y la prima de riesgo podría dispararse. El Doctor Rescate habría completado su tratamiento como Doctor Muerte. Lo explicaba muy bien Xavier Vidal-Folch en un artículo en El País.

El Gobierno ha dado ya pruebas suficientes de su capacidad para empeorar las cosas más de lo que están. Pero un paso así podría consumar todos sus despropósitos. Posiblemente lo sabe. De ahí que su indecisión esta vez, y sin que sirva de precedente, tenga una explicación.

miércoles, 18 de julio de 2012

TÍTULO PARA UN DECRETO


El principio neoliberal de la austeridad y el ajuste no logra impulsar la economía. La razón es simple. Los ciudadanos que deben pagar la crisis son al mismo tiempo los consumidores que dan de comer a las empresas y los contribuyentes que alimentan el Estado.


...los juicios éticos muestran una fuerte tendencia a adecuarse a lo que a los ciudadanos influyentes les resulta agradable creer”.
John Kenneth Galbraith Historia de la economía

El Pleno del Congreso de los Diputados del 11 de junio completó un círculo que empezó a trazarse sólo un mes y dos días antes, el sábado del rescate. La rúbrica quedó plasmada el pasado sábado en el Boletín Oficial del Estado. Si cada decreto-ley estuviese encabezado con un título que de verdad resumiese el contenido del mismo, el del sábado no sería “Real Decreto-ley 20/2012, de 13 de julio, de medidas para garantizar la estabilidad presupuestaria y de fomento de la competitividad”. Yo, como periodista hubiera empleado la frase más definitoria del pleno del Congreso de los Diputados que presenció el ajuste: “Que se jodan”. No trato con ello de unirme a clamor de reprobación por la escandalosa frase de la diputada del PP, Andrea Fabra. Cada uno es libre de mostrar en público lo más indigno de sí mismo. Recurro a esas tres palabras porque encierran de la forma más concisa el sentido político y sobre todo económico de lo que estamos viviendo.

De lo que se trata es de resolver de una vez por todas el debate de quién paga la crisis, si los poseedores de las riquezas propias y al mismo tiempo administradores de las riquezas ajenas o los asalariados, pequeños empresarios y autónomos. Ni que decir tiene que esa tres palabras dejan claro que lo tienen que pagar estos últimos.

Es el sentido final de los ajustes y más ajustes que se vienen imponiendo paulatinamente a Europa desde mayo de 2010.

Durante 30 años el mundo económico y político ha estado gobernado por lo que se llaman principios neoliberales, tanto es así que adquirieron el nombre de “pensamiento único”. Accedieron al poder con la llamada “Revolución Conservadora”. ¿En qué consistió? Básicamente en el desprecio al Estado como impulsor y regulador de la actividad económica. Un Estado fuerte que recaudaba muchos impuestos, pero progresivos, esto es, debían pagar más los que más ganaban, para equilibrar la riqueza y conseguir dinero con el que mantener el Estado de Bienestar. Un Estado que regulaba y limitaba las operaciones financieras, porque en la crisis de 1929, que arruinó al mundo, se había demostrado que sin esa regulación estricta se caía en la especulación incontrolada.

El neoliberalismo pasó a ocupar todos los puestos del poder público, todos los centros de investigación y análisis económico. Y la mayoría de los puestos del mundo intelectual. De ahí la expresión “pensamiento único”. Se educó a la población con esos principios con el mismo ahínco con el que la Iglesia convirtió a pueblos enteros a su credo. Se arrinconaron las formas anteriores de gobernar la economía pública. Hasta la socialdemocracia aceptó como inevitable esa nueva forma de entender la vida económica, opuesta radicalmente a sus principios. Sólo a cambio de que se mantuviera el Estado de Bienestar.

El neoliberalismo aportó un truco. La operaciones financieras, llevadas al máximo de la especulación, podían hacer que el dinero se multiplicase como el alimento en el milagro de los panes y los peces. Producir más, la base de toda riqueza, no era suficiente. La compra-venta incesante de acciones en bolsa, de títulos de deuda, incluso de títulos de petróleo o alimentos, sin que tuvieran detrás petróleo, ni alimentos, multiplicaron esa riqueza especulativa, de la que se enriquecieron muchos. Es lo que se llama financiarización de la economía. Con ser injusto y peligroso, eso no fue lo más grave. Lo peor es que se ofreció a empresas y ciudadanos ese dinero como préstamo para que gastaran. Dinero conseguido “milagrosamente” de la especulación. El bienestar social ya no se basaba en la redistribución de la riqueza por el Estado. Este comenzó a recortar impuestos, que aportaban proporcionalmente más los ricos. Fueron por tanto, los que más ganaban los que se beneficiaron. En España esto llegó más tarde, como casi todo, pero llegó. Todo esto saltó por los aires cuando se hizo insostenible esa forma tan “ingeniosa” de inventar la riqueza. El resto es sobradamente conocido.

Ahora tras el desconcierto la receta es recomponer la situación a favor de los poseedores de las riquezas propias y administradores de las riquezas ajenas. Si se hacen sacrificios se restablecerá el orden...económico. Para ello, “no queda otro remedio” que recortar el Estado de Bienestar y los derechos que han contribuido a un cierto equilibrio entre ricos y asalariados.

Repasemos como encajan las últimas medidas de ajuste en esta recomposición.

La subida del IVA. El impuesto que las autoridades europeas aconsejan, o mejor, imponen que se aplique. Se trata del impuesto más regresivo. Es decir pagan menos los que más tienen y pagan más los que menos tienen. Veamos un ejemplo. Dos personas. Una gana 3.000 euros al mes. Otra 1.000. Las dos van a una tienda y compran cada una un ordenador, por el que pagan 500 euros. Además, cada una deberá abonar un IVA de 105 euros. La primera, la que gana 3.000 euros, habrá tributado el 3,5 por ciento de su salario. La segunda, la que gana tan sólo 1.000 euros, tributará en cambio el 10,5 por ciento. El más pobre habrá abonado tres veces más de impuesto que el rico en relación a su capacidad de pago.

Los recortes en la prestación por desempleo. Un argumento neoliberal es que si el parado recibe una escasa ayuda o incluso no la recibe, se animará más a buscar empleo. Desconozco cual es la disposición anímica de cada parado en tales circunstancias, supongo que no muy elevada. Pero la falacia es fácilmente desmontable. En España hay un millón setecientos mil parados que no reciben prestación alguna. Y eso no evita que el paro siga aumentando.

Rebaja de sueldo y aumento de horas a los empleados públicos. Se argumenta que su productividad es baja, sin embargo, en nuestro país hay un empleado público por cada 16 personas. En Alemania, espejo de todos los espejos, un empleado público lo es por cada 13, algo parecido a Estados Unidos. Eso significa que aquí su productividad es mayor.

Son sólo algunos ejemplos del último envite. Y volvemos al comienzo. El principio neoliberal de la multiplicación de los panes y los peces por la vía de la especulación impulsó el crecimiento, pero lo hizo de forma ficticia. Ahora, el principio neoliberal de la austeridad y el ajuste ni siquiera logra ese impulso. La razón es simple. Los ciudadanos que deben pagar la crisis son al mismo tiempo los consumidores que dan de comer a las empresas y los contribuyentes que alimentan el Estado. 

lunes, 7 de mayo de 2012

¿TECHO DE GASTO?...NO, MEJOR SUELO DE INGRESO


Un techo de gasto no asegura un suelo de ingresos. Antes al contrario, en una situación de crisis la austeridad contribuye a la caída de la recaudación. Sólo se conseguirá hacer imposible que el Estado redistribuya la riqueza mediante el gasto social.


Yo podía observar las pequeñas cosas que ocurrían a mi alrededor, pero era incapaz de unir las piezas de aquel rompecabezas”.
David Copperfield.
Charles Dickens.


No hace mucho tiempo escuché al ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, hablar con orgullo del techo de gasto, un procedimiento de control presupuestario que había implantado España antes que ningún otro país. De hecho, lo implantó el propio Montoro siendo ministro de Hacienda en los años de Aznar. El procedimiento vendría a ser el “huevo de Colón” de la técnica presupuestaria. Consiste en establecer, antes de elaborar el presupuesto, un límite de gasto que no podrá sobrepasarse. ¿Cómo es posible que los otros países no recurriesen hasta ahora a este sistema para evitar que los gastos se disparasen por encima de lo previsto si había un método tan elemental? Con lo fácil que es.

Comprobemos si esa “piedra filosofal” contra el déficit público ha valido para algo. El primer año en que se aplicó el invento fue en los presupuestos de 2003. Se estableció que no habría déficit en el conjunto de las Administraciones Públicas. Esto es, el déficit conjunto del Estado, la Seguridad Social, las Comunidades Autónomas y los Ayuntamientos sería cero. Lo cierto es que no se cumplió: fue de 0,3 por del Producto Interior Bruto. Y las cosas iban entonces muy bien. En la etapa de abundancia tampoco hubo déficit cero y el superávit fue muy superior al esperado. Sobraba dinero a espuertas. En la crisis, volvió el déficit.

No cuento esto para criticar que los objetivos no se cumplieron. Lo hago para evidenciar que para conseguir el equilibrio presupuestario, es decir, para que lo que el Estado gaste sea igual a lo que recauda, no sirve de nada ese “ingenuo” techo de gasto. De hecho, España, el país que implantó hace ya nueve años el techo de gasto, ha figurado entre los que han registrado más déficit cuando ha llegado la crisis. Da la sensación de que entonces, como ahora, se les olvidó asegurar un suelo de ingresos.

Parece muy razonable a primera vista que si una persona tiene 100 euros no se gaste más de 100 euros. Que no gaste más de lo que tiene. Es un aserto que se repite de vez en cuando y que el presidente Rajoy ha pronunciado más de una vez con su perogrullismo habitual. Sin embargo, tal simpleza es dudoso que sea correcta siempre en el caso de un individuo. Si fuese así, el sistema crediticio sería innecesario y pernicioso. Y las autoridades, lejos de sanear los bancos para que se concedan créditos, deberían prohibirlos. En cualquier caso, es aceptable que alguien de manera individual practique esta máxima si le es posible. Y seguro que le irá bien. Pero en economía lo que vale para uno no vale para el conjunto: que una persona renuncie a comprar le evitará gastos, pero si todas las personas hacen eso, ninguna ganará. No hay que olvidar que lo que el comprador no gasta es lo que el vendedor no gana.

Pero volvamos a lo del techo de gasto. ¿Por qué con él no se consigue el equilibrio presupuestario? Pues porque eso, en el caso de cumplirse, sólo asegura que no se incremente el gasto más de lo presupuestado. Pero no garantiza en absoluto que el Estado ingrese con los impuestos lo previsto para lograr ese equilibrio. Pero hay más, el presupuesto público no es algo estático y aislado, como pudiera ser el de una comunidad de propietarios. Los gastos del Estado, las Comunidades Autónomas y los Ayuntamientos representan una parte decisiva del conjunto de gastos de todo el país. Y aquí se cumple el evidente principio de que lo que el Estado y demás administraciones públicas se gastan es lo que una parte enorme del país ingresa. O lo que es lo mismo, como decía en el anterior párrafo, lo que el Estado no gasta es lo que los demás no ganan.

Podemos seguir con el argumento. La recaudación del Estado mediante los impuestos no cae del cielo. No es ni más ni menos que una parte de las ganancias de los ciudadanos y las empresas. Y estas dependen entre otras cosas de lo que gasten las administraciones públicas. Y mucho más en época de crisis, como ahora. Los ciudadanos gastan poco porque sus salarios se han reducido, en conjunto. En el último trimestre de 2011, los sueldos totales de los asalariados bajaron un 2 por ciento. Mientras, las ganancias de las empresas subieron casi el 7 por ciento. Es una constante que viene desde hace dos años. A esa pérdida de dinero, los ciudadanos añaden el temor a ser despedidos. Un temor que se acrecienta con la reforma laboral: es más fácil despedir, se llevarán menos dinero de indemnización si les echan y sobre todo la empresa puede bajar libremente los sueldos. La conclusión: no se atreven a gastar más que lo necesario.

Las empresas tampoco se deciden a invertir. No les conceden crédito, pero ese no es el único ni el principal impedimento. El sentido común les dice que sólo ampliarán el negocio y contratarán más trabajadores si tienen expectativas de vender lo que producen. Eso explica que la inversión empresarial haya caído en el último trimestre de 2011 el 6 por ciento. Ello, a pesar de que han aumentado sus ganancias.

Todo este tedioso argumento es el que explica que de nada sirva el techo de gasto para controlar el déficit. Este sólo puede reducirse con la actividad económica, que asegura los ingresos del Estado. Y si ciudadanos y empresas no están en condiciones de hacerlo, es el Estado el que puede impulsar la actividad por decisión política.

Para ejemplo, hablemos de las Comunidades Autónomas. Han sido señaladas como las culpables de que el año pasado no se haya reducido el déficit. Se las acusa de haber gastado más de lo debido. Pero esto es simplemente una falacia de quienes conocen las cifras. Y una papanatería de quienes sin manejar un solo dato se suman al coro. Veamos: en 2011 las Comunidades Autónomas gastaron un 4 por ciento menos que en el anterior. Y casi un 2 por ciento menos de lo que habían previsto para ese año. ¿Cómo se incrementó su déficit? Pues sencillamente porque sus ingresos mediante los impuestos cayeron más aún. Ingresaron un 6 por ciento menos que un año antes. Y casi un 9 por ciento menos de lo que habían previsto.

¿Por qué se insiste pues en acusarlas de despilfarro en lugar de reconocer que la caída de la actividad económica ha hundido sus ingresos? Sólo hallo una explicación: su dinero se dedica en gran mayoría al gasto social. No sólo es el gasto que más ayuda a los desfavorecidos. Es más que eso, es el gasto que equilibra las desigualdades y hace a una sociedad más equitativa. ¿Cómo? Cobrando más impuestos a los que más tienen y repartiendo ese dinero entre todos, al menos por igual, e incluso dando más a los que menos tienen y más lo necesitan. Se hace a través de la sanidad pública, la educación, la dependencia...

Un techo de gasto no asegura un suelo de ingresos. Antes al contrario, en una situación de crisis, como hemos visto, la austeridad contribuye a la caída de la recaudación. Así será muy complicado reactivar la economía y por tanto reducir el déficit.

Sólo se conseguirá una cosa: hacer imposible que el Estado redistribuya la riqueza mediante el gasto social. ¿No será ese el objetivo?

lunes, 16 de abril de 2012

EL HOMBRE QUE HABLABA CON LOS MERCADOS


Los intérpretes de los mercados actúan de manera similar al chamán de una tribu. Las subidas de la prima de riesgo han servido para justificar una forma concreta de hacer política económica: el recorte, la austeridad y la vuelta a la recesión.



Fue Moisés y transmitió al pueblo todas las palabras de Yahvéh y todas las disposiciones; y respondió a coro todo el pueblo: Pondremos en práctica todo cuanto ha dicho Yahvéh.
Éxodo.
La Biblia.


Confieso que nunca he hablado con los mercados. Lo digo con desazón y cierta envidia. A pesar de los muchos años que llevo haciendo información de economía nunca he llegado a hablar con ellos. Antes no me lo planteaba. Era un don que tenían los economistas, especialmente algunos: hacían de médium entre los mercados y la sociedad. Pero ahora son multitud los dotados con esa gracia: periodistas, políticos.... Sólo hay que leer o escuchar lo preciso que interpretan las subidas y bajadas,...por ejemplo de la prima de riesgo, de eso que hasta hace poco casi nadie sabía que existía.

La última revelación de los mercados se ha producido estos últimos días. La diferencia entre el interés que se paga por la deuda alemana y la española (eso es la prima de riesgo) ya elevadísima, se ha disparado hasta situarse en el nivel más alto desde que gobierna Rajoy. “El mercado desconfía de las CCAA”, titulaba el miércoles el diario económico Expansión. Desconozco si el mercado se lo reveló mediante el empleo de una güija, a través de un sueño o por otro procedimiento. Al día siguiente la prima de riesgo se redujo en cantidad casi igual a la que había subido. Pero no encontré el titular que dijera: “En mercado recobra la confianza en las CCAA”. Por lógica, ese arcano debería haberle transmitido eso. Es sólo un ejemplo. No fue el único en hablar con los mercados como Moisés con Yahvéh en el Sinaí.

Otros medios de comunicación atribuyeron la bajada de la prima de riesgo al día siguiente a las declaraciones de las autoridades alemanas y del Banco Central Europeo en favor de España. Una simple comprobación de las horas deja claro que la bajada de la prima de riesgo ese día fue anterior a las citadas declaraciones. Después de ellas, si cabe, la prima subió ligeramente.

La farsa podría ser sólo un recurso falaz de los que aparentan tener una expliación para todo fácil, simple y a favor de la corriente. Pero es algo más. Los intérpretes de los mercados actúan de manera similar al chamán de una tribu. Este cuando no llega la lluvia habla con los fetiches. Y comunica a su tribu que para que llueva los espíritus piden sacrificar a dos miembros de la aldea. Curiosamente se trata de los que estorban al chamán, que está desando cargárselos.

En los mercados financieros concurren fondos de inversión, bancos, fondos de pensiones o fondos de alto riesgo movidos por el siguiente mecanismo: Comprar un título de cualquier cosa: deuda pública, acciones, seguros, hipotecas, derechos para adquirir petróleo, o lo que sea, con una finalidad primordial: venderlo cuanto antes a un precio diferente al que se compró y ganar dinero con ello. No pretenden ganar dinero con el interés que da un bono, el dividendo que reciba una acción, o el derecho de cobro de un seguro, porque el tiempo que van a tener ese bono, esa acción o ese seguro será breve y no va a tocar cobrar. Ese es sólo una cualidad del título que la hace más o menos atractivo, pero nada más. Esta forma de invertir, es decir, comprar algo y venderlo cuanto antes para ganar dinero en la operación, es lo que se llama especular. Ocurre por cientos de miles de millones todos los días. En los mercados de deuda pública, en la bolsa, en el mercado de futuros de petróleo. Y además se hace también de forma altamente sofisticada, mediante productos financieros derivados.

Por supuesto que habrá quien compre bonos para ganar el interés que ofrece el Tesoro o acciones para llevarse el dividendo y mantenerlas como ahorro durante tiempo, pero esos inversores no son los que conforman el precio, porque no están comprando y vendiendo todo el día.

Para tener una idea de lo que significa esto, he aquí algunos datos. El montante de todas las operaciones de compra-venta de títulos financieros, o divisas, con las que también se especula, en España es tres veces mayor que todo lo que produce el país en un año. En dinero son más de tres billones de euros. En Alemania supone el doble, seis billones. En el Reino Unido, otros seis billones de euros. Y en Estados Unidos se hacen operaciones financieras por valor de 39 billones de euros. Si sumamos todas las compra-ventas financieras en un año en Estados Unidos, la Zona Euro, el Reino Unido y Japón la cifra se acerca a los 80 billones de euros. Supone casi tres veces el valor de lo que producen todos juntos en ese periodo. Las cifras están extraídas de estudios académicos, con datos del Banco Central Europeo.

Todo se mueve con un propósito: ganar en cada operación. Los precios de esos títulos en los mercados diarios varían continuamente movidos por las avalanchas de compras y ventas. Cualquier expectativa puede decidir a comprar en una hora y vender en la siguiente. Sólo eso puede explicar los cambios continuos de los precios de las acciones o de los bonos. Sin embargo, analistas o expertos explican con tópicos lo qué ocurre cada día. Si, por ejemplo, baja un día de forma brusca el valor de las acciones de los bancos, es porque el mercado pone en duda la reforma financiera, sin que haya habido ninguna novedad al respecto. Por la misma razón, si al día siguiente suben en semejante cantidad las acciones de los bancos, debería pensarse que al mercado ya sí le gusta la reforma financiera. Es posible que dos días después vuelvan a bajar las acciones bancarias y otro día más tarde a subir.

Pero en el caso de la deuda pública es mucho más grave. Las subidas de la prima de riesgo han servido para justificar una forma concreta de hacer política económica: el recorte y la austeridad y la vuelta a la recesión. Y además la reforma laboral para hacer más barato el despido. Es lo que había revelado el mercado a los hechiceros que exige para comportarse de otra forma. Pero la cosa ha ido a peor: la prima de riesgo ha subido más que antes de aplicar los recortes. Y el mercado vuelve a revelar su voluntad a través de todos esos que se atribuyen la capacidad de ser médium. Hacen falta más sacrificios, les revela una vez más.

Si no fuera porque resulta doloroso y grave, sería para echarse la reír. 

martes, 27 de marzo de 2012

VUELCO HISTÓRICO


La izquierda, derrotada hace tan sólo cuatro meses en Andalucía, ha sacado ahora 10 puntos de ventaja sobre el PP. Ese vuelco en sólo cuatro meses, sí es histórico.
                                                                   
                                                           El temor de perder puede tener bases
                                                          tan poco razonables como las tuvieron 
                                                          antes las esperanzas de ganar.
                                                                                  John M. Keynes.     



He dedicado el poco tiempo que tengo a escribir un artículo sobre la estabilidad presupuestaria, el techo de gasto y demás quimeras. Rodeado de cifras comparativas de sucesivos años y cosas por el estilo. Lo tengo y lo he dejado para otro día. A última hora me decido a escribir de otra faceta de la economía: los recortes, los ajustes y los efectos sobre los ciudadanos de la reforma laboral. O lo que es lo mismo, he dedicado a explicarme lo que ha pasado en las dos elecciones parciales, las de Andalucía y Asturias.

No se han cumplido los pronósticos. Dos comunidades que representan el 20 por ciento de la población española han votado por primera vez desde que accedió al poder Mariano Rajoy. Lo han hecho tan sólo cuatro meses después, poco más de los 100 días de gracia que todo tiene todo gobierno para sentirse limpio de críticas. ¿Cual ha sido el resultado?

No entraré a valorar las combinaciones políticas que resultarán de lo ocurrido en las votaciones. Como dije al principio, hablaré de economía. O mejor, de como la ven los ciudadanos.

Los medios de comunicación en general hablan de “vuelco histórico” en Andalucía, aunque sin resultado efectivo. Y ciertamente lo ha habido. Pero a mi modo de ver tal vuelco no lo representa la victoria relativa del PP. No es la primera vez que esto ocurre. En las elecciones generales de noviembre, el Partido Popular ya superó al Partido Socialista y lo hizo con mucha más contundencia que ahora: superó al PSOE por 9 puntos. Es más, derrotó a socialistas e Izquierda Unida juntos. El vuelco es que cuatro meses después, sólo cuatro meses, el PP ha perdido cinco puntos porcentuales. Y lo que es más notable, socialistas e Izquierda Unida, derrotadas en conjunto entonces, han superado al PP este domingo por 10 puntos de diferencia. Semejante retroceso, en los cuatro primeros meses de gracia del Gobierno, sí es histórico.

En Asturias el cambio ha sido menos acusado. Sin embargo, el PP no ha logrado recuperar practicamente nada de lo perdido por su partido hermano, el de Cascos, aunque se lleven como Caín y Abel. La derecha o el centro derecha, como les llamó Dolores de Cospedal, ha perdido casi cuatro puntos ¿uno por mes?

No han sido cuatro meses cualquiera. Han sido de proclamación de que el ajuste, que llevó al divorcio de Zapatero con los ciudadanos, era insuficiente. De advertencia casi diaria de que los recortes debían ir a más, aunque la economía se resintiese. Con sólo una semana en el poder Rajoy incumplió la promesa de que no subiría los impuestos. No lo hizo por convencimiento del poder redistributivo de los impuestos, sino para satisfacer a los mercados. Y lo más alarmante hizo añicos una parte esencial del derecho laboral que protege al trabajador: “una reforma laboral extremadamente agresiva”. En suma, toda la panoplia de recetas que ha impuesto quien Gobierna Europa, la derecha alemana.

Y todo con la advertencia de que de momento seguirá aumentado el paro. Con un mensaje, seguro que involuntario, que puede resumirse así: asalariados, muchos de vosotros os encontraréis pronto sin trabajo, así que mejor no compréis mucho, porque además la indemnización por despido será más baja que hasta ahora. Empresarios, contratad a los trabajadores, ya que podéis despedirlos más barato si lo necesitáis. Aunque,...¿Para qué contratar empleados si lo que produzcamos no lo van a comprar ante el temor de ser despedidos?
Casi nada más llegar a Bruselas investido de presidente, Rajoy anticipó a alguno de sus colegas que le iban a hacer una huelga general. Modo de expresar que estaba más que justificada. La huelga está ya a la vuelta de la esquina. Y todo lo ha logrado el gobierno en cuatro meses.

martes, 24 de enero de 2012

PREVISIONES...¡HAGAN JUEGO!


Cada institución que hace previsiones económicas va modificándolas según transcurre el tiempo. Ello debería hacer sospechar desde un principio que el vaticinio nace equivocado, si antes de hacerse hay ya la intención de revisarlo.


El temor de perder puede tener bases tan poco razonables como las tuvieron antes las esperanzas de ganar”.
J.M. Keynes.
Teoría general de la ocupación,
el interés y el dinero.

Durante años de profesión periodística he observado la importancia que se da a las previsiones económicas. Una importancia que siempre me ha parecido excesiva y que ha ido en aumento según transcurrían los años. ¿Quien le da importancia? Pues sobre todo los analistas y los periodistas financieros.

En principio, las previsiones sobre cuanto va a crecer la economía, cómo se van a comportar los precios o el aumento o la disminución del desempleo, son necesarias para que los funcionarios de la Hacienda Pública elaboren el presupuesto: calcularán los gastos y los ingresos futuros en función de esas previsiones. También para otras ramas de la actividad: hacer una estimación de qué cantidad de energía se va a demandar, prever cuantos coches se pueden llegar a vender para planificar su fabricación, etc. Ese es su valor principal. Un error en las previsiones afectará a la planificación de las cuentas públicas,...o de las grandes empresas, a la programación de las producción, etc.

Sin embargo, la importancia que se da a las previsiones nada tiene que ver con eso. Los analistas las utilizan única y exclusivamente como pronósticos para las apuestas financieras,...en la bolsa,... en los mercados de capitales,...en los mercados de futuro,...Una previsión buena o mala hace comprar un día y otra previsión, buena o mala, hace vender al siguiente. Da igual que esa previsión acierte o no: tardará meses, incluso años en conocerse el dato real y contrastarse con la previsión. Hasta entonces habrá servido para comprar o vender. Incluso, el posible error del pronóstico será también una excusa para actuar en esos mercados.

Con esta utilización, los expertos, que aconsejan a los que compran y venden cada día en los mercados financieros, demandan cada vez más previsiones. Las hay de los Gobiernos. Son las que más aciertan, o mejor dicho, las que menos fallan, pero a las que menos se cree porque provienen del poder. Las hay de organismos públicos internacionales, cuyos errores se repiten una y otra vez. Y las hay de instituciones privadas, cada vez en mayor número. Las previsiones también se agrupan, lo que parece darles mayor credibilidad: una institución privada pronostica que el crecimiento va a ser del 4 por ciento, otra asegura que va a ser tan sólo del dos. ¿Cual tiene razón?. Pues ni una ni otra: en recuerdo del rey Salomón, se reparte,...la verdad es divisible. Se obtiene la media de las dos y se concluye que el mejor pronóstico es que el crecimiento será del 3 por ciento. En el argot, a esto se le llama consenso.

Las previsiones no se mantienen desde el principio hasta que se conoce el dato pronosticado. Cada institución generadora de previsiones va modificándolas según transcurre el tiempo. Ello debería hacer sospechar desde un principio que el vaticinio nace equivocado, si antes de hacerse hay ya la intención de revisarlo. Pero los que sacan provecho de estos pronósticos no hacen esa reflexión. Antes al contrario, cuantos más cambios haya en la previsión, más excusas tienen para comprar o vender en el mercado financiero.

Para el que utilice las previsiones económicas en su función primaria (como instrumento para elaborar el presupuesto o planificar una producción, por ejemplo) es indiferente que esta se conozca un día antes o después, a una hora u otra. Lo mismo ocurre con los datos estadísticos reales, como el IPC mensual, la ejecución del presupuesto o el cálculo de cuanto ha crecido la economía en un trimestre dado. Es indiferente conocer esos datos a una hora u otra, un día antes o después. Sin embargo, las administraciones públicas, y el conjunto de los expendedores de pronósticos y estadísticas, se han comprometido hace ya tiempo a elaborar calendarios precisos de publicación de datos reales y de previsiones. No sólo se cumple el día de publicación, sino ¡también la hora! Es una servidumbre que exigen los analistas del mercado, es decir, los que aconsejan comprar un día y vender al siguiente, con el pronóstico en la mano. Para que la especulación funcione de verdad, no basta con que uno compre o venda en bolsa. Uno no gana a la ruleta, si no hay más apostantes. Es preciso que lo hagan muchos a la vez , movidos por las mismas cosas. Y para ello, lo pronósticos deben llegar a todos al mismo tiempo. Y es el poder público el que se presta a este juego, semejante al del crupier que reparte naipes en una partida de casino.

Este procedimiento pautado en la publicación de las previsiones y también de los datos estadísticos aparenta obedecer al cumplimiento de obligaciones de la Administración para con los ciudadanos. Ciudadanos a los que “tres leches les importa” que se conozca dos horas antes o después una previsión para dentro de un año o un dato estadístico sobre el crecimiento de hace tres meses. De lo que se trata es de servir de crupier al especulador.

lunes, 16 de enero de 2012

AGENCIAS DE ESPECULACIÓN DE RIESGO


La labor de las agencias de calificación no consiste  simplemente valorar la solvencia de un país. Para la especulación son muy necesarias sus valoraciones, incluso sus comentarios o análisis.

En realidad, los pronósticos son intrínsecamente poco fiables. Si no lo fueran, sus responsables jamás los transmitirían al público”.
John Kenneth Galbraith.
Historia de la Economía


Las cosas que tiene la vida. A las pocas horas de que el Gobierno hiciese público el contenido básico de la próxima ley de estabilidad presupuestaria, para controlar el gasto y contener el déficit, la agencia Standard and Poors, dedicada a calificar la solvencia financiera, anunciaba una rebaja masiva de las notas que pone a los países de la zona euro. Se libraron Alemania, Luxemburgo,  Holanda y Finlandia.

España fue de las que sufrió mayor rebaja. Esto indica que hacer continuos esfuerzos para recortar el gasto no sirve de gran cosa. O que las agencias que califican el riesgo “van a su bola”. Estas agencias son algo así como las tasadoras de los títulos de deuda que emiten los Estados, los bancos o las empresas, para conseguir dinero prestado. Su propósito inicial es decirle a los posibles compradores de esos títulos, por ejemplo, bancos o fondos de inversión, qué solvencia tiene el que emite los títulos, el que pide el dinero prestado. Es decir, la garantía de que le pagará puntualmente los intereses y sobre todo que le devolverá el dinero prestado, cuando venza el título: un bono, una letra o lo que sea. Son sólo tres agencias en el mundo. Son norteamericanas y es bien conocido que en esta época de crisis suscitan a la vez el odio de los ciudadanos, que no entienden bien que hacen aparte de atemorizarles, y el miedo de las autoridades.

En principio, si una agencia dice que un Estado  al emitir deuda es menos solvente que antes, provocará que tenga más dificultades en conseguir dinero prestado emitiendo, por ejemplo bonos, y sobre todo que el interés que tenga que pagar sea más elevado. Pero esta es una formulación teórica. Las cosas no suceden exactamente así. Resulta que gran parte de los compradores de esos bonos no los adquieren con el deseo de quedárselos y cobrar el interés que le corresponda. Una parte importante de estos bonos se adquieren para comerciar con ellos, para venderlos después por un precio más elevado o incluso para provocar su bajada de precio, mediante ventas masivas,  y recomprarlos después de forma masiva provocado su subida. Es decir, se adquieren para especular. No utilizo aquí el termino especular con el fin de insultar a los especuladores. Es sencillamente la denominación correcta de esa práctica. Sin embargo, en el mundo de las finanzas o en el periodismo económico, nunca se le denomina así. Se utiliza el eufemismo inversión.

Es por esto, por lo que la labor de las agencias de calificación no consiste  simplemente en valorar la solvencia de un país. En el mercado se están comprando y vendiendo continuamente títulos de deuda. El negocio consiste en venderlos a un precio diferente al que se compró. Para ello se necesitan noticias, valoraciones de analistas, expectativas sobre la economía, se cumplan luego o no, que justifiquen el vender o comprar títulos a diferente precio, es decir que ayuden a especular. Y sobre todo que son muy necesarias para la especulación las valoraciones, incluso los comentarios o análisis que hacen la agencias de calificación de riesgos. Sólo así se explica que esos títulos estén cambiado de precio en el mercado numerosas veces al día . La realidad que está detrás de esos títulos, es decir, los países que los emiten y sus economías, no están cambiando numerosas veces al día de situación.

Esto es grave, porque se trata de una juego de casino altamente sofisticado y se ha convertido en la forma más extendida de ganar dinero. Todas operaciones de compraventa de títulos financieros, ya sean acciones, deuda publica o privada, opciones de compra de esos títulos, y una larga lista cosas semejantes, suman en España tres veces el Producto Interior Bruto. Es decir, en esas operaciones se mueve tres veces más dinero que todo lo que produce el país en un año. No es de extrañar, por exorbitante que perezca, si tenemos en cuenta que una acción o un bono del Tesoro, puede cambiar numerosas veces de propietario en una una sola mañana.

Pero hay algo aun más grave. Los precios que se establecen en el mercado al comprar y vender bonos del Tesoro determinarán el precio al que el Tesoro tendrá que sacar los nuevos bonos. Es lógico. Si un bono valía 1000 euros y recibía 40 euros al año, significaba que tenía el 4 por ciento de interés. Si ese bono se vende más barato en el mercado, a 800 euros, seguirá recibiendo 40 euros anuales, pero entonces el interés ya no será del 4 por ciento. Habrá subido al 5 por ciento. Así, la próxima vez que el Estado emita bonos deberá sacarlos al interés que dan ahora los antiguos, el 5 por ciento. En resumen, es el mercado especulativo el que contribuye a encarecer las deuda del Estado, la que soportan todos los ciudadanos.

Estos son los mecanismo a los que se supedita la economía. Se realizan recortes y subidas de impuestos, que afectan a los ciudadanos y dificultan el crecimiento económico, simplemente para que los que compran y venden en el mercado no contribuyan a encarecer los títulos de la deuda del Estado. Es una carrera angustiosa y absurda, pero ahí sigue.

martes, 3 de enero de 2012

¿RECORTE PREVISIBLE?


En economía ser previsible se relaciona sobre todo con la coherencia: actuar de acuerdo con una principios. Rajoy  ha incumplido una promesa política esencial en su primer Consejo de Ministros efectivo. Todo un récord.


Ninguna conducta humana necesita precedentes para ser posible”
                                     Riña de gatos.
Eduardo de Mendoza


Una de las virtudes que Rajoy se atribuye, o al menos se atribuía hasta llegar al Gobierno, era la de ser previsible. Los malpensados pueden relacionar esta virtud con la del soso, aburrido, sin ideas o poco atrevido. Pero en política, y en economía, el ser previsible se relaciona con la confianza, la prudencia, el no desorientar ni generar inquietud y sobre todo con la coherencia: actuar de acuerdo con unos principios y no los contrarios. Aunque suene a manido en esto a Rajoy se le puede atribuir lo de “dime de que presumes y te diré de qué careces”. Nadie ha sorprendido más en su primera decisión como presidente del Gobierno que Rajoy con el ajuste y recorte aprobado el penúltimo día de 2011: 8.900 millones menos de gasto del Estado en 2012,...de momento. Subida del impuesto sobre la renta y del impuesto por tener un inmueble: en total 6.000 millones. Ambas cosas suman casi 15.000 millones de euros menos en dinero para gastar y activar la economía. Sólo para empezar.

Examinemos la decisión desde dos ópticas. La política. No hace todavía dos meses que Rajoy insistió una y otra vez que no tocaría los impuestos. No dijo que esperaría a ver cómo estaban las cuentas para decidirlo. Fue tajante en muy pocas cosas, pero una de ellas fue esa. Era lógico. La subida del IRPF en lugar de optar por otras fórmulas recaudatorias es tan ajeno a los principios del PP como,...abaratar el despido para los socialistas. Zapatero dejó desconcertado a sus electores en mayo de 2010, al asumir las recetas de la derecha. Pero lo hizo cuando llevaba seis años gobernando. Rajoy se ha desprendido de una promesa política esencial en su primer consejo de ministros efectivo. Todo un récord.

Desde la óptica económica, el recorte supondrá 8.900 millones menos del Estado para construir obras públicas, para impulsar proyectos de investigación, para contratar personas dedicadas a cuidar mayores y en general para actividades que crean empleo. Las empresas contratan trabajadores cuando tienen expectativa de que van a vender y muchas de ellas, si además consiguen créditos de los bancos para ampliar sus negocios. Y ahora ese no ocurre. La subida del impuesto sobre la renta tiene una apariencia más redistributiva. Pero es sólo eso, apariencia. Porque la mayor parte del aumento lo pagarán los que tienen sueldo, los que ganan el dinero con su trabajo. En cambio las rentas de capital, quienes ganan mucho comprando y vendiendo acciones, por ejemplo, aportarán muchos menos a la subida. Y menos aun los que tienen una sociedad a través de la que cobran lo que ganan. Para estos no hay subida de impuestos.

El ajuste ha sido todo menos suave y previsible. ¿Qué se pretendía con ello? Explicar a los mercados...Por ciento, esto de explicar a los mercados es un eufemismo. El mercado no es nadie, es un mecanismo, simplemente,...para intercambiarse cosas. A los que se quiere explicar es a los que actúan en el mercado comprando un título (una acción, o un bono del Estado, por ejemplo) no para obtener la renta que te dan por el mismo, sino simplemente para venderlo luego más caro. Eso se llama especular. Medidas de impacto como el recorte del PP pretender convencer a estos operadores del mercado que España hará lo que sea para sanear sus cuentas. No es nuevo, es una vuelta de tuerca más, para evitar que suba, o mejor para que baje, porque sigue disparada, la dichosa prima de riesgo. Recordemos, algo parecido vienen haciendo Grecia, Italia, Portugal, o España. Y cuanto más ajuste la actividad económica ha retrocedido más. Y la prima de riesgo, con lo altibajos propios de un juego de casino, ha tendido a subir constantemente.