"El secreto de ser aburrido es decirlo todo"

Voltaire.

lunes, 11 de noviembre de 2013

PSOE: PASAR PÁGINA O RECTIFICAR.

El  problema de los socialistas en los últimos años ha sido creer que, para defender el  estado de bienestar bastaba con proclamarlo, y dejar que los mercados hicieran el resto. La crisis demostró el error, y el ajuste como salida de la crisis,  lo acentuó


El  pasado 17 de octubre Estados Unidos se salvó in extremis de una suspensión de pagos. Los republicanos habían utilizado su mayoría en la Cámara de Representantes para chantajear a Obama. No le autorizarían emitir más deuda, pedir más dinero prestado, si no aceptaba sus posiciones. No era la primera vez. El asunto quedó  provisionalmente superado. En los días previos se suscitó sin embargo una disyuntiva insólita. Si se llegaba a carecer de dinero suficiente para pagar todo lo que el Gobierno debía, ¿Cuál habría de ser la prioridad? ¿Pagar la deuda pública o las prestaciones sociales? Era un dilema cargado de sentido práctico: si se apostaba por devolver la deuda  se mantendría la confianza de los mercados. Pero podía ocurrir lo contrario: un país, que no es capaz de cumplir con las obligaciones mínimas hacia sus ciudadanos, podía ver caer su credibilidad  en picado. El dilema encerraba también un problema ideológico: ¿Qué son primero los mercados financieros o las personas? El acuerdo alcanzado evitó ir más allá.

España no se ha visto en tiempos actuales ante semejante situación. Pero aquí el dilema lo tenemos resuelto desde el 27 de septiembre de 2011. La reforma constitucional, impulsada por el gobierno socialista y aprobada en 10 días, estableció que el pago de la deuda pública “gozará de prioridad absoluta”. Es decir, se pagará antes la deuda que atender las necesidades mínimas de los ciudadanos. Es la misma reforma que elevó a constitucional la prohibición del déficit público.

Fue la culminación de un giro radical en la estrategia frente a la crisis que se inició en mayo de 2010, pero la reforma constitucional reviste si cabe una mayor trascendencia. ¿Por qué, si de ella no se deriva más que lo que venía haciéndose ya desde mayo de 2010?  Porque  suponía elevar a la categoría de principio constitucional, de norma básica y permanente, la política del ajuste y de la primacía de los mercados, que el gobierno socialista presidido por Zapatero había adoptado en mayo de 2010 y que se presentó como algo coyuntural y desesperado.

Lo explicado hasta ahora viene a colación de la Conferencia Política que acaba de celebrar el PSOE con el propósito de reafirmar sus principios y revisar su programa.  La ponencia política que allí se ha presentado aborda el asunto. Pero lo hace en dos párrafos que suman 24 líneas en un documento que tiene 324 páginas. ¿Y qué dice? En resumen, que lo hicieron mal, pero que no había otro remedio y que no lo explicaron bien. En síntesis equivale reconocer errores, pedir perdón y pasar página.

No es perdón lo que debe ofrecerse, ni simplemente reconocer errores. Ambas cosas carecen de sentido práctico. Lo que cabía esperar es que los socialistas comprobasen con datos si había sido inevitable semejante giro  y valorasen qué efectos tuvieron esas decisiones.  Hasta ahora eso no lo he visto en parte alguna.

Repasemos como estaban las cosas. El 10  de mayo de 2010 Zapatero y su equipo económico fueron convencidos de que el interés que tenía que pagar el Estado por pedir dinero prestado caminaba hacia niveles que no podría pagar y que llevarían a la intervención de España, si no aplicaba un severo ajuste y abarataba el despido. Sólo así bajaría el interés.
En ese momento el interés de la deuda que se toma de referencia (el bono a 10 años) era del 4,43 por ciento. Y la prima de riesgo (la diferencia entre este interés y el del bono equivalente alemán  se situaba en 164 puntos).

Siete meses después, con el ajuste exigido ya en marcha, el interés del bono era notablemente mayor, del 5,32 por ciento .y la prima de riesgo había subido a 291 puntos. ¿Había evitado el ajuste que subiera la prima de riesgo? Los datos, no la retórica, dicen que no. ¿Esa escalada había obligado a una intervención de España? Los hechos, no la retórica, dicen que no, porque la prima de riesgo, y por tanto el interés del bono, continuó su ascenso tras el ajuste y no hubo intervención alguna durante todo el mandato socialista.

Tan es así que más de un año después, en agosto de 2011 la prima de riesgo rebasó los 400 puntos, a pesar del ajuste. El miedo es libre y la capacidad de ceder ante los que  te meten miedo también. A esas alturas Zapatero elevó a rango constitucional principios de marcado carácter neoliberal: la prohibición de déficit público y el anteponer el pago de la deuda a las necesidades más imperiosas de los ciudadanos. La ponencia política de la recién clausurada Conferencia Socialista asegura que se hizo “con el fin de transmitir seguridad y solvencia a los tenedores de la deuda española”. ¿Se transmitió? Los datos dicen que no, aunque la retórica diga lo contrario. La prima de riesgo siguió escalando: dos meses después del  sometimiento constitucional a los mercados subió a los 472 puntos. Y esto no era nada para lo que vino cuando el PP acentuó el ajuste. En julio de 2012 llegó a 637 puntos.

 Ahora descendemos a la economía real. ¿Tuvo consecuencias el giro hacia el ajuste? La ponencia política socialista asegura que el efecto se agravó por “la recesión, que comenzó de nuevo en el verano de 2011”. ¿No se han preguntado si fue precisamente el ajuste el que trajo de nuevo la recesión en el verano de 2011?

En 2010, el paro en España aumentó en 370.000 personas. Aplicado el ajuste, en 2011, el aumento fue de 577.000. Y en 2012  hubo 692.000 más.

Pese a los reiterados ajustes, ningún año se consiguió reducir el déficit público, el exceso de gasto sobre la escasez de ingresos, como se había planificado en los correspondientes presupuestos. Los gastos se recortaban, pero la recaudación de impuestos no aumentaba lo previsto, por la caída de la actividad económica. Tampoco analizan los socialistas las consecuencias del ajuste iniciado en mayo de 2010.

Lo que he descrito hasta ahora no es un ejercicio de mirar hacia atrás para hurgar en la herida. La estrategia del ajuste inaugurada en mayo de 2010 sigue vigente. Es la que determina toda la política económica y social de España y de la Zona Euro. La diferencia es que el PP la ha intensificado sin límite alguno. Por ello parece lo más lógico que los socialistas la evalúen con sentido crítico desde su origen.


El principal problema de los socialistas en los últimos años ha sido creer que, para defender y desarrollar el  estado de bienestar bastaba con proclamarlo, y dejar que los mercados hicieran el resto. La crisis demostró el error, y el ajuste como salida de la crisis, elevado a rango constitucional, lo acentuó.

miércoles, 23 de octubre de 2013

DE ORDEN DEL SEÑOR RAJOY ,…SE ACABÓ LA CRISIS

La insistencia machacona en anunciar el fin de la crisis, no se corresponde con el sentimiento de la gente, pero tampoco con los datos económicos.
“A veces el saber verdadero resulta indiferente y entonces puede inventarse”.                                                              Javier Marías. Todas las almas.

Se ha proclamado el fin de la crisis. Me extraña, porque siempre había pensado que los decretos no entraban en vigor hasta el día siguiente de su publicación en el Boletín Oficial del Estado. Pero en fin…así se ha hecho. Y ante tal pronunciamiento, se extiende cada más el comentario de que los datos económicos no coinciden con la realidad que viven de las personas..

No es cierto. Los datos económicos, cuando hacen referencia al conjunto de la sociedad, sólo tienen por objeto describir con cifras la realidad de las personas. Y así lo hacen. Lo contrario sería como pensar que una balanza  no refleja realmente la masa, por ejemplo, de un cilindro de hierro. En tal caso, ni los datos económicos, ni el Sistema Universal de Unidades de Medidas tendrían sentido, y posiblemente viviríamos en la irrealidad.

Hay otra explicación, por la que sorprende la proclamación de la crisis. Simplemente porque los datos pueden ofrecerse sesgados. No me refiero a que se interpreten de modo optimista. Siempre es positivo mostrase optimista. Es algo más: se destacan cifras al calor de la actualidad más rabiosa como si fuesen excepcionales y se evita la comparación con periodos anteriores. Con datos de un solo trimestre se concluye por ejemplo, que estamos ante un cambio de modelo, algo que ofendería cualquier razonamiento.
Repasemos los argumentos más repetidos por el Gobierno.

El primero. Por primera vez en la crisis el Producto Interior Bruto, la actividad económica, ha dejado de caer en el tercer y se espera que en el cuarto trimestre respecto al trimestre anterior. Simplemente no es cierto que sea la primera vez. Eso ya ocurrió durante cinco trimestres consecutivos entre 2010 y 2011 y la crisis no quedó atrás.

Segundo. Las exportaciones crecen como nunca, porque estamos cambiando el modelo económico. Tampoco es cierto. Entre abril y junio aumentaron un 9 por ciento. ¿Es mucho? Si se compara con los otros trimestres del gobierno de Rajoy sí. Pero en 2010 y 2011 registraron crecimientos del 14, del 12 y del 11 por ciento. Y vivíamos la crisis con terror.

Tercero. La bolsa. Se ha disparado en lo que llevamos de año: ha subido el 20 por ciento y ha llegado a alcanzar los 10.000 puntos. ¿Es un buen augurio? En 2009 subió el 26 por ciento y acabó en 11.940 puntos. ¿Recuerdan? Fue el año de mayor hundimiento económico con una caída del 3,8 por ciento del PIB.

Cuarto. La prima de riesgo, la diferencia entre el interés de la deuda española y la alemana, ha caído hasta los 237puntos y se celebra como un triunfo. Era el nivel que tenía en junio de 2011 cuando Zapatero pensó que se le venía el mundo encima. El 7 de mayo de 2010 estaba mucho más baja aun, en 162 puntos, lo que llevó al presidente del Gobierno a lanzarse por la senda del ajuste.

Quinto. La inversión en equipamiento de las empresas, cae, pero ya poco, porque bajó el 0,4 por ciento en el segundo trimestre.. En el último trimestre de 2010 subía el 1,2 por ciento y la crisis continuaba.

Sexto. El dinero que llega a España. El presidente del Santander, Emilio Botín, afirmaba el pasado 17 de octubre “está llegando dinero a España por todas partes”, Pues bien, el dinero de las inversiones extranjeras en nuestro país, ya sea para una empresa, para comprar acciones, bonos del Estado o cualquier otra cosa disminuyó entre enero y julio de este año en más de 100.000 millones de euros. En ese periodo durante 2010 también bajó, pero en sólo 13.000 millones.

Séptimo. La inflación.  Este argumento roza el esperpento. Se destaca que en septiembre la moderación de precios era tal que sólo habían subido el 0,3 por ciento. Y se asegura que acabaremos el año con una inflación de sólo el 1 por ciento. “Es la primera vez que eso ocurre”, presumía recientemente el ministro de Hacienda, Cristobal Montoro en la Cadena Ser. Tampoco es cierto. Ocurrió en una ocasión, en 2009: los precios subieron ese año el 0,8 por ciento. Y en septiembre de ese año  incluso bajaban el 1 por ciento. Fue el año de la gran catástrofe. Aparte de la bajada del petróleo, el resto de los precios se estancaron entonces y ahora por el parón económico, como ocurre cuando la gente no consume.

Detallo  hasta aquí los capítulos con los que el Gobierno anuncia que nos hemos curado. Hay otros que ni siquiera se tiene el atrevimiento de mencionar, como la caída constante de la producción industrial, la reducción mes a mes del números de pedidos a la industria, indicador adelantado por excelencia de cómo van las cosas,  o que cada vez los bancos conceden menos créditos, pese a esa “llegada de dinero de todas partes”, También  que Hacienda no consigue recaudar lo previsto porque no hay actividad ni empleo suficiente. Podemos seguir: la demanda de energía en lo que llevamos de año es un 2,4 por ciento inferior a 2012 y en septiembre cayó el 1,5 por ciento. Las compras en el comercio bajaron en agosto el 4,5 por ciento, tras acumular una caída continuada desde junio de 2010. 

¿Cómo es posible todo esto si salimos de la recesión? Porque la salida de la recesión se determina cuando sube la actividad económica un trimestre sobre el anterior. Si comparamos nuestra economía con el mismo periodo del año pasado caemos todavía el 1,2 por ciento.

Evito hablar del empleo, el factor más determinante de la actividad económica, porque su situación es de sobra conocida y el Gobierno aun no ha tenido el atrevimiento de utilizar el 26 por ciento de paro cómo indicador de la recuperación, pese a la creación de empleo precario reciente..

Sólo la angustia por anticipar algo parecido a la llegada del Mesías, o una estrategia consistente en hacer creer a la gente que lo que se prometía es lo que ya se ha logrado, y ahora si no consumen más es por que no se atreven,  puede explicar esa proclamación del fin de la crisis por decreto.

Lo más preocupante es que puede deberse a otra cosa: que se haya concluido que esta que vivimos ahora es la recuperación, que no haya otra y que no cabe más que asumirlo. 

domingo, 8 de septiembre de 2013

DE LOS BROTES VERDES A LA TIERRA ESTÉRIL

Ahora se reniega de los brotes verdes, pero se habla de forma muy parecida. La recesión misma y sobre todo las políticas aplicadas han afectado al esqueleto económico, hasta dejarlo inerte.
                                             “Páramo que cruza el lobo                                                                                                   aullando a la luna clara..."
 Antonio Machado
                                                        
La expresión brotes verdes no la inventó Zapatero. Tampoco nadie de su equipo, ni de su gobierno. La leí por primera vez en un informe de Barclays Bank, en la primavera de 2009. Y no hacía referencia a España. Ni siquiera a Europa. Aventuraba que ya por entonces  se detectaban los primeros síntomas de recuperación en la economía, cuando el mundo entero estaba azotado por una crisis global. Era Asia donde el autor del informe situaba esa tímida salida de la Gran Recesión.  Poco tiempo después,  la entonces vicepresidenta de economía, Elena Salgado, cometió la torpeza de emplearla. Desde entonces ha pasado a ser sinónimo de incredulidad en la recuperación.
Sin embargo, España, por aquel entones,  no tardó mucho en salir de la recesión de acuerdo con esa regla tan dudosa que proclama su fin cuando  el Producto Interior Bruto crece un trimestre respecto al anterior. En el primer trimestre de 2010 la economía creció un 0,1 por ciento respecto al trimestre previo. El siguiente volvió a crecer, el 0,2 por ciento. Incluso, de los tres trimestres siguientes, en dos creció de nuevo y en uno tan sólo se estancó. ¿Tiene alguien la sensación de que por aquellas fechas la economía se hubiese recuperado? ¿Alguien piensa que se estaba implantando un cambio de modelo?
Traigo esto a colación para hablar del presente. Ahora se reniega de los brotes verdes, pero se habla de forma muy parecida.
Sin embargo, en mayo de 2010, España, con su presidente del Gobierno a la cabeza, temía ser intervenida porque la prima de riesgo había escalado hasta los 164 puntos. Ahora el gobierno se felicita porque ha caído hasta los 253. Entonces el déficit público había llegado al 11,2 por ciento del PIB. Se consideraba insostenible y se aceptó como inevitable aplicar un duro recorte del gasto público. Tres años de ajustes, cada uno más duro que el anterior, han dejado el déficit público casi como estaba. Se sitúa en el 10,6 por ciento.
Esa exigua reducción de déficit, de tan sólo 0,6 puntos, no ha sido inocua. En el tercer trimestre de 2010, 18,5 millones de personas tenían empleo, podían pagar, por tanto, su impuesto sobre la renta y su cotización a la Seguridad Social. Hoy lo tienen 16,8 millones. Son casi dos millones menos.
Los últimos datos sobre paro y empleo, que el Gobierno ha explicado como un cambio de tendencia y algunos comentaristas de la actualidad han creído, no indican recuperación, sino acomodación a la crisis. En el segundo trimestre, según la Encuesta de Población Activa, se crearon 149 mil puestos de trabajo respecto al trimestre anterior. Pues bien, la totalidad de ellos fueron empleos temporales, incluso más, porque al tiempo se destruyeron 50 mil fijos. Se trata de un periodo en el que hoteleros y negocios del sector turístico contratan para atender la temporada de sol y playa. Si en esta ocasión han contratado más es porque tienen sus empresas bajo mínimos. Pero tal abrumadora temporalidad, superior a la de otras temporadas, hace sospechar que pasado el sol retornará el frio. De hecho, este año hay 34 mil empleados menos que el pasado en el turismo de los brotes verdes. En agosto por su parte se han despedido menos trabajadores que en 2012. La explicación es sencilla: no se puede destruir el empleo que ya no existe.
Es el hecho más relevante, pero hay otros.
El crédito a las empresas. Es una necesidad para la recuperación. Pero es sobre todo un indicador de la recuperación: cuando las empresas detectan posibilidades futuras de vender, arriesgan dinero para desarrollar sus negocios, es decir, invierten. El dinero se lo piden prestado a los bancos. Estos  sólo lo prestan cuando detectan que en el futuro se lo devolverán. Y más ahora después de la que montaron años atrás. Pues bien, tomamos el último mes que figura en el Banco de España, julio. El dinero prestado a las empresas ha descendido un 15 por ciento respecto al malísimo año pasado. Y así mes tras mes. Los bancos, cuyos presidentes se suman  al mensaje de que la recuperación está cerca, actúan con el dinero que manejan en sentido opuesto. No parecen confiar en que las empresas van a vender más para devolvérselo.
La actividad industrial. Es clave para la recuperación. No sólo porque por su naturaleza es la actividad más estable, sino porque en ella debe apoyarse nuestra capacidad para exportar. Tras una tímida recuperación en 2010 y 2011, no ha parado de caer: este año se produce  un 2,7 por ciento menos que el pasado, tras 25 meses de retroceso. Los pedidos industriales, que indican lo que se producirá en el futuro, cayeron en junio un 4,3 por ciento, el peor dato ese mes de los últimos años. Y de las  fábricas, las que quedan abiertas tienen el 26 por ciento de las mismas sin utilizar por falta de trabajo.
Recientemente en la Cadena SER, la directora de Hoy por Hoy, Pepa Bueno, preguntaba al ministro de economía, Luis de Guindos, en qué podrían emplearse los 6 millones de parados. “En el sector exterior”, aseguró el ministro, y citó al sector del automóvil como ejemplo. Miremos los datos. Las fábricas de automóviles y de componentes han perdido 10 mil trabajadores respecto al malísimo año pasado. “La consultoría”, añadió el ministro como otro sector donde colocarse: ahora trabajan 9 mil personas menos que en 2012.
El gobierno y algunos analistas señalan a las exportaciones como muestra de la recuperación. Y podríamos decir que al contrario, es precisamente el indicador de la crisis. Las ventas al extranjero han subido con fuerza en los últimos años. Pero es un fenómeno que ocurre siempre que hay crisis. Los fabricantes buscan vender fuera lo que aquí no se compra. Y ni en 2012, ni en 2013 se ha notado cambio de tendencia alguna. De hecho las ventas al extranjero han crecido menos que en años anteriores. Ha mejorado nuestra relación económica con el exterior. Pero no ha sido por vender mucho más, sino por comprar mucho menos en el extranjero, síntoma inequívoco de crisis. Es tal la atonía del consumo y la inversión, que no se compra  lo de dentro, ni lo de fuera. Las exportaciones, en suma son un sustituto en ese a caso de la parálisis interior, pero que no la compensa: mientras la actividad interna cae el 3,6 por ciento, la externa sube sólo el 2 por ciento.
En economía, como en casi todo en la vida, los hechos y los datos son acumulativos, por más que, para organizar nuestra mente los podamos periodificar. Pero eso no vale para pensar que cuando un año cae la economía, finalice allí el declive y al año siguiente partamos de cero. Esto significa que el destrozo de 5 años de crisis, no se resume en un cúmulo de cifras coyunturales. La recesión misma y sobre todo las políticas aplicadas han afectado al esqueleto económico mediante cierre de empresas, que costaron años consolidarse, pérdida de derechos laborales, necesarios no sólo por justicia, sin para que el asalariado tenga confianza para consumir, o el abandono del Estado, comunidades autónomas y ayuntamientos, de obligaciones para  facilitar el crecimiento: desde la ejecución de obras públicas y el apoyo a la investigación, hasta la mejora de la educación y la atención sanitaria.

Lo descrito hasta aquí ha sido el paso de los brotes verdes, en que nadie creyó, a la tierra estéril sobre la que se quiere proclamar el fin de la crisis.

domingo, 31 de marzo de 2013

EL TRÁGALA CHIPRIOTA


De momento, la crisis de Chipre ha servido para demostrar cuatro cosas: El dinero en los bancos no es intocable. Desde Bruselas se puede hacer el ridículo como desde cualquier otro sitio. Los mercados no se agitan por lo que nos han contado. Y más que nada, la democracia en la toma de decisiones europeas es sólo un adorno.

¿Y cómo vas a recoger el trigo y alimentar el fuego si yo me llevo la canción?
León Felipe.
Antología rota.



La solución impuesta por la Unión Europea a la crisis de Chipre ha roto al menos cuatro tabúes.

-El primero de ellos, que los depósitos de los bancos estaban protegidos por el sistema. Eran intocables. Ya no lo son.
-El segundo, que los responsables de la Comisión Europea, y los que mandan, como Alemania y compañía, podían ser muy duros e incluso injustos, pero eran hábiles, preparados y eficientes. El espectáculo dado dice lo contrario.
-El tercero, que en eso del dinero, lo que se habla y lo que se hace debe estar muy medido, porque cualquier pequeño comentario puede hacer temblar los mercados. Han temblado poco los temidos mercados con tanto dislate.
-Y el cuarto y más importante, que la democracia rige en la Unión Europea. La forma de abordar el problema deja claro que la democracia es solo un adorno.

Repasemos cada uno de ellos. La garantía de los depósitos bancarios y la consiguiente disponibilidad de los mismos para sus dueños era la base del sistema financiero, lo que demostraba su solvencia. Es dinero ajeno confiado al banco para su custodia. Ese principio era de hecho el único que hacía posible la supervivencia de un banco. De otro modo nadie confiaría su dinero a una institución que no le garantiza que se lo devolverá. Ese principio ha sido el que ha servido para explicar que por mal que esté un banco, por mal que lo hayan hecho sus gestores, debe salvaguardarse, aun a costa del dinero público, porque allí está el dinero de los ciudadanos.
Esa ha sido la excusa para que en muchos casos se haya salvado a los bancos y especialmente a sus acreedores, a los que les habían prestado dinero para que lo prestaran a sus clientes a mayor interés. Esos acreedores eran en general otros bancos. Se argumentaba que esto era vital para que se mantuviera el sistema financiero. De otro modo, se decía, el mercado no prestaría a los bancos y estos se hundirían. Con ese principio Europa salvó gran número de bancos que habían sido el origen de la crisis. Alemania encabezó la lista: se gastó 340.000 millones de euros en salvar a sus entidades financieras, repletas de hipotecas basura y productos financieros de alto riesgo. El caso de España es conocido, pero en fechas diferentes se reprodujo en casi todos los países. Esto valió mientras que los bancos fueron de los países que cuentan y sobre todo mientras que los principales acreedores eran alemanes y demás. Cuando estos están a salvo, ese principio sacrosanto ya no vale. ¿Qué ha justificado entonces el salvamento del resto de los bancos europeos?

Chipre es un caso único, no se para de repetir. ¿Seguro? Sus bancos tienen un tamaño muy superior al de su economía: representan 7 veces su Producto Interior Bruto. Pero esto no es un caso único en la Zona Euro. En Luxemburgo los bancos son 22 veces más grandes que el PIB del país. Y hay otros casos como el chipriota. Se argumenta también, para justificar la solución tomada, que una parte importante de sus depósitos bancarios son rusos, no de la Unión Europea. Tampoco es un caso único. Luxemburgo tiene más del doble de dinero ruso que Chipre y es un país la mitad de pequeño. Irlanda también le adelanta. Se añade a las explicaciones que Chipre es un paraíso fiscal. También lo es de hecho Luxemburgo, el segundo paraíso fiscal más grande del mundo, detrás de las Islas Caimán y ahí sigue. Basta con acudir a las estadísticas del Fondo Monetario Internacional para comprobar donde se coloca el dinero. Países como Luxemburgo, Holanda, Irlanda y numerosos territorios diminutos de la Unión Europea guardan dinero de otros países por valor muy superior a su riqueza nacional. Y todos muy por encima de Chipre.

El segundo de los tabúes es el que requiere de menos argumentos para explicar que se ha venido abajo. Más allá de su aparato tecnocrático, la Unión Europea ha demostrado hace tiempo que dispone de un equipo político que daría risa si no fuera porque supondría reírnos de nosotros mismos. El caso más palmario ha sido desde hace tiempo su política exterior. La Comisión Europea está compuesta, salvo excepciones, por políticos fracasados en el plano nacional o sin demasiado relieve en sus respectivos países, que han adquirido la imagen de solventes simplemente por el hecho de estar en Bruselas. En realidad no son sino instrumentos de los que más mandan en la Unión Europea. Pero hay dos novedades más preocupantes en esta crisis. La primera es que ahora esa institución casi ridícula que es la Comisión Europa se ha metido directamente a mandar en los países. La segunda es que la incapacidad en el caso chipriota ha venido de los ministros de economía de la Zona Euro, el eurogrupo, que ha tomado decisiones corrigiéndolas en pocas horas. ¿Nos imaginamos qué pensaríamos si en España, por ejemplo, el Consejo de Ministros acordase algo de suma importancia y a los dos días hubiese de reunirse de urgencia para rebatir lo acordado?

El tercer tabú guarda relación con el desastre de gestión de la crisis chipriota. Hace menos de un año cualquier chismorreo económico, una simple frase de un diputado del Bundestag, por no decir el vuelo de una mosca, era suficiente para conmover los mercados. Si algo de eso pasaba, la prima de riesgo se disparaba, las bolsas se desplomaban. Ahora, con decisiones sorprendentes, declaraciones contradictorias, alarmas de todo tipo, las tormentas de los mercados son pequeñas y apenas duran una mañana. Eso hace pensar que las causas que antes explicaban que se disparara la prima de riesgo no eran sino excusas para especular. ¿Por qué no ocurre ahora? Porque el Banco Central Europeo acordó en septiembre que si era necesario compraría la deuda pública del país donde se hubiese disparado la prima de riesgo. Lo hizo una vez que, a costa de ese miedo a los mercados, se había conseguido recortar derechos y ayudas sociales y se había provocado una recesión profunda en numerosos países.

El cuarto tabú que se ha venido abajo estaba ya tambaleándose desde hacía tiempo. Las decisiones se toman en el seno de la Unión Europea y especialmente en la Zona Euro al margen de las instancias democráticas. Ocurrió en Grecia. Su primer ministro Yorgos Papandreu, demostró ser un incapaz, pero había sido elegido por los griegos, y fue destituido de hecho por Merkel y Sarkozy, cuyo poder nada tiene que ver con el sistema democrático griego. Ocurrió también en Italia. Silvio Berlusconi es un manifiesto corrupto que hizo leyes en su exclusivo beneficio. Pero había sido elegido por los italianos y también fue destituido por Merkel y Sarkozy cuando ya no servía a la política que ellos dictaban. Ahora, en el caso chipriota, se ha disimulado incluso menos. Merkel manifestó que se le estaba acabando la paciencia cuando el Parlamento de Chipre se negó a aceptar el trágala que le imponía. Y en un gesto insólito el Banco Central Europeo, que es también propiedad de los chipriotas, anunció en un escueto comunicado el 21 de marzo, que si el 25 Chipre no había aceptado lo impuesto desde fuera, le cerraría el grifo, no facilitaría más dinero a sus bancos. Lo acordó una institución que es de todos los europeos, pero que responde sólo ante Dios y ante la historia.

domingo, 10 de marzo de 2013

PASTOR AETERNUS


“Cuando llegará, Señor, el día en que vengas a nosotros para reconocer tus errores ante los hombres”
                    El Evangelio según Jesucristo.                                                  José Saramago


En medio del vacío de la silla de Pedro, de noticias sobre quien la ocupará y de artículos y comentarios sobre los rasgos de los aspirantes al solio vaticano,  no puedo evitar mis propias reflexiones sobre el asunto. Son las reflexiones de un profano. Y producto de ellas me asalta un problema teológico que no consigo resolver. Lo expongo a continuación.

En breves días habrá nuevo Papa. No importa para este caso quien pueda ser el elegido, ni que nombre tomará para ejercer su pontificado. Desde el momento en que el anillo del Pescador adorne su mano derecha estará investido del primer atributo papal, la infalibilidad. Es un dogma que la doctrina católica atribuye en exclusiva al Vicario de Cristo desde tiempos remotos, pero que fue definido con claridad en el Concilio Vaticano I y plasmado en la Constitución Dogmática Pastor Aeternus el 18 de julio de 1870. “…enseñamos y definimos ser dogma divinamente revelado que el Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra, esto es, cuando ejerciendo su cargo de pastor y doctor de todos los cristianos, en virtud de su Suprema Autoridad Apostólica, define una doctrina de Fe o Costumbres y enseña que debe ser sostenida por toda la Iglesia, posee, por la asistencia divina que le fue prometida en el bienaventurado Pedro, aquella infalibilidad de la que el divino Redentor quiso que gozara su Iglesia en la definición de la doctrina de Fe y Costumbres. Por lo mismo, las definiciones del Obispo de Roma son irreformables por sí mismas y no por razón del consentimiento de la Iglesia”. 
 
Pensemos en que al poco tiempo de asumir la vacante dejada por Benedicto XVI, al nuevo Papa le acomete una crisis de fe. No es algo totalmente descartable. Además de Papa con todos sus atributos es un ser humano. Son muchas las personas que han vivido esta experiencia. Entre los laicos, pero también entre los sacerdotes. Muchos han abandonado la vida eclesiástica, por falta de vocación, pero otros también lo han hecho por pérdida de la fe. Millones de personas fueron educadas en la fe y la han abandonado con el paso del tiempo. Esta pérdida puede ser una relajación, un desinterés por el sentimiento religioso, por las creencias trascendentes. Pero puede ser otra cosa. La convicción, equivocada o no, de la inexistencia de un Ser Supremo. En este caso no se trata de una relajación en la fe. Es algo activo y consistente.

Es a esto último a lo que me refiero, que el Papa llegase, como otros seres humanos, a esa convicción. Su papel de maestro espiritual no le podría dejar indiferente. Si la creencia profunda en el Creador de todas las cosas le obliga a transmitir el mensaje de su fe. La convicción igual de profunda en la inexistencia de Dios, podría llevarle también  a dar testimonio de esa buena  o mala nueva.

No sería el primero en querer compartir el mensaje de que Dios no existe, pero ninguno hasta ahora, que sepamos, lo ha hecho investido por el dogma de la infalibilidad.

Llevado por la inmensa responsabilidad que ha asumido ante los seres humanos en el plano de las creencias, el Papa podría verse impelido “ejerciendo su cargo de pastor y doctor de todos los cristianos”, a proclamar, “ex cathedra”, que Dios no existe.  Si en el fondo de su ser esa fuese su creencia, la infalibilidad convertiría en su caso la creencia en certeza indudable y lo más honesto posiblemente sería revelarla.

Esta es la contradicción teológica que me planteo. Con  su atributo incuestionable de infalibilidad recibido desde su fe en Dios, el Papa podría proclamar, como infalible, la no existencia de Dios.

Se daría la tremenda paradoja de que, a través de la doctrina católica, se habría acabado con la creencia que más ha obsesionado al  ser humano desde tiempos ancestrales. En ese caso sólo un milagro podría evitarlo.

lunes, 11 de febrero de 2013

CASO BÁRCENAS: SEIS MILLONES DE PARADOS.


Rajoy tiene muy difícil que los ciudadanos le crean sobre el caso Bárcenas, porque  no ha parado de tomar medidas que aseguró que no tomaría, con el fin de conseguir el poder.

“No es una victoria verdadera la que se consigue con armas ajenas”. 
 Nicolás Maquiavelo.                          El Príncipe.              
                                 
Mariano Rajoy afronta un problema casi irresoluble. Para salir al paso de las informaciones sobre la financiación ilegal del PP y el cobro de sobresueldos en negro de sus dirigentes, entre ellos él, cuenta únicamente con su credibilidad. Pero  el presidente del Gobierno no es creíble. Lo ponen de manifiesto, por ejemplo,  las encuestas. No lo es porque Mariano Rajoy es reincidente. Carga sobre sus espaldas un fraude mucho mayor incluso que el que afronta ahora. Su propia acción de Gobierno.

El Partido Popular guardaba en los cajones de sus oficinas  un programa político totalmente distinto del que presentó a los ciudadanos antes de las elecciones. Ese plan no declarado tenía que ser compartido de forma reservada por sus dirigentes, que en cambio lo negaron en todo momento.  Los recortes de derechos sociales y laborales eran la base del plan que aun hoy siguen negando.

¿Suena esto parecido a las artimañas para esconder la financiación ilegal y  los sobresueldos que repartía Bárcenas? Sin embargo, se trata de la operación de fraude más extensa, aparatosa y de mayor cuantía de las múltiples que nos escandalizan día a día.
Echemos un vistazo. El Partido Popular aseguró que no subiría impuestos. Ocho días después de tomar posesión elevó el IRPF por un valor que estimó  el propio gobierno en 5.357 millones. Y en julio acordó la subida IVA que había negado hasta poco antes. Fueron 2.300 millones más sólo en 2012. Antes había acordado una amnistía fiscal, por la que defraudadores de 40.000 millones de euros han tenido que pagar únicamente un 3 por ciento de interés para recibir el perdón de Hacienda, Bárcenas y otros acusados de corrupción incluidos.

 Antes de las elecciones Rajoy afirmó que no abarataría el despido. Sólo había pasado 50 días en el poder cuando aprobó una reforma laboral que no sólo ha abaratado el despido, lo ha hecho mucho más fácil para el empresario. Desde la llegada al Gobierno de Rajoy se han destruido 850.000 empleos. Y la mayoría de los echados a la calle han recibido una indemnización más exigua que antes para soportar el futuro. Pero además ha convertido en papel mojado la negociación colectiva: cinco millones y medio de asalariados corren el riesgo de perder su convenio colectivo o de pactar condiciones laborales claramente peores.

También se comprometió a mantener la sanidad pública como estaba. Apenas habían pasado 100 días acordó un recorte de 7.000 millones de euros en los gastos sanitarios. En la Comunidad de Madrid, banco de pruebas de la política del PP, habrá empresas privadas que obtengan beneficio de la sanidad, pese a los recortes.
Para acceder al poder, Rajoy se comprometió también a actualizar el poder adquisitivo de las pensiones. Tampoco lo ha hecho, al dejar sin efecto la disposición legal que obligaba a actualizar las pensiones según el IPC.

No sigo porque el relato es conocido. No se trata sólo de una política que no guste a una parte de los ciudadanos o de medidas adoptadas ante situaciones imprevistas. Es sencillamente la aplicación de un programa metódico de desmontaje de derechos. Programa aplicado  mediante un fraude: el haber anunciado a los votantes, de los que ha recibido el poder, que no iba a hacer tales cosas. El fraude  ha consistido en conseguir esto mediante el engaño. ¿Le hubieran dado mayoritariamente su voto los ciudadanos si el PP les hubiera advertido de las medidas que pensaba tomar y de las consecuencias inmediatas que traería? La sola decisión de no decir la verdad indica que, al menos el PP,  pensaba que podría no conseguir el enorme apoyo que obtuvo.

Los últimos datos de corrupción escandalizan como no había ocurrido hasta ahora, sobre todo por tres razones:
La primera, contrapone el aprovechamiento que han hecho los que mandan frente a los sacrificios que se están imponiendo a los ciudadanos.
La segunda, hace muy difícil, casi imposible, que se crea a alguien como Rajoy, cuando mintió a los votantes para que le dieran el poder. No les dijo lo que iba  a hacer pocos días después de que le votaran.
Y la tercera, han puesto de manifiesto la connivencia del PP con los que manejan dinero en su propio beneficio.

Se podrá aducir que la situación vino dada, que no ha tenido otro remedio que aplicar esa política. Si la situación estaba ya así y obligaba a hacer lo que ha hecho. ¿Por qué no lo advirtió cuando pidió el voto a los ciudadanos?  En realidad Rajoy sólo tiene un argumento para explicar este fraude. La especie, extendida entre los que mandan, que la política implica hacer cosas que no gustan a los ciudadanos y que se pueden dar por aceptadas tan sólo con explicarlas, a posteriori. El argumento vendría a significar que el sentido del voto sólo vale a posteriori, cuando las decisiones ya se han tomado, en muchos casos con carácter irreversible. Por ejemplo, el despedido con menos derechos, no los recupera a posteriori.
Ante la abundancia de casos de corrupción hay quien pide una regeneración de la vida política. Quienes lo piden deberían recordar que la primera regeneración pasa por no hacer lo contrario de lo que se ha prometido para conseguir el voto ciudadano.

Para acabar, de todo el Caso Bárcenas recordaré la frase que más me ha llamado la atención. La secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, aseguró que lo publicado pretende "perjudicar" al Gobierno cuando el país "empieza a remontar". Seis millones de parados la contemplan.