"El secreto de ser aburrido es decirlo todo"

Voltaire.

lunes, 11 de febrero de 2013

CASO BÁRCENAS: SEIS MILLONES DE PARADOS.


Rajoy tiene muy difícil que los ciudadanos le crean sobre el caso Bárcenas, porque  no ha parado de tomar medidas que aseguró que no tomaría, con el fin de conseguir el poder.

“No es una victoria verdadera la que se consigue con armas ajenas”. 
 Nicolás Maquiavelo.                          El Príncipe.              
                                 
Mariano Rajoy afronta un problema casi irresoluble. Para salir al paso de las informaciones sobre la financiación ilegal del PP y el cobro de sobresueldos en negro de sus dirigentes, entre ellos él, cuenta únicamente con su credibilidad. Pero  el presidente del Gobierno no es creíble. Lo ponen de manifiesto, por ejemplo,  las encuestas. No lo es porque Mariano Rajoy es reincidente. Carga sobre sus espaldas un fraude mucho mayor incluso que el que afronta ahora. Su propia acción de Gobierno.

El Partido Popular guardaba en los cajones de sus oficinas  un programa político totalmente distinto del que presentó a los ciudadanos antes de las elecciones. Ese plan no declarado tenía que ser compartido de forma reservada por sus dirigentes, que en cambio lo negaron en todo momento.  Los recortes de derechos sociales y laborales eran la base del plan que aun hoy siguen negando.

¿Suena esto parecido a las artimañas para esconder la financiación ilegal y  los sobresueldos que repartía Bárcenas? Sin embargo, se trata de la operación de fraude más extensa, aparatosa y de mayor cuantía de las múltiples que nos escandalizan día a día.
Echemos un vistazo. El Partido Popular aseguró que no subiría impuestos. Ocho días después de tomar posesión elevó el IRPF por un valor que estimó  el propio gobierno en 5.357 millones. Y en julio acordó la subida IVA que había negado hasta poco antes. Fueron 2.300 millones más sólo en 2012. Antes había acordado una amnistía fiscal, por la que defraudadores de 40.000 millones de euros han tenido que pagar únicamente un 3 por ciento de interés para recibir el perdón de Hacienda, Bárcenas y otros acusados de corrupción incluidos.

 Antes de las elecciones Rajoy afirmó que no abarataría el despido. Sólo había pasado 50 días en el poder cuando aprobó una reforma laboral que no sólo ha abaratado el despido, lo ha hecho mucho más fácil para el empresario. Desde la llegada al Gobierno de Rajoy se han destruido 850.000 empleos. Y la mayoría de los echados a la calle han recibido una indemnización más exigua que antes para soportar el futuro. Pero además ha convertido en papel mojado la negociación colectiva: cinco millones y medio de asalariados corren el riesgo de perder su convenio colectivo o de pactar condiciones laborales claramente peores.

También se comprometió a mantener la sanidad pública como estaba. Apenas habían pasado 100 días acordó un recorte de 7.000 millones de euros en los gastos sanitarios. En la Comunidad de Madrid, banco de pruebas de la política del PP, habrá empresas privadas que obtengan beneficio de la sanidad, pese a los recortes.
Para acceder al poder, Rajoy se comprometió también a actualizar el poder adquisitivo de las pensiones. Tampoco lo ha hecho, al dejar sin efecto la disposición legal que obligaba a actualizar las pensiones según el IPC.

No sigo porque el relato es conocido. No se trata sólo de una política que no guste a una parte de los ciudadanos o de medidas adoptadas ante situaciones imprevistas. Es sencillamente la aplicación de un programa metódico de desmontaje de derechos. Programa aplicado  mediante un fraude: el haber anunciado a los votantes, de los que ha recibido el poder, que no iba a hacer tales cosas. El fraude  ha consistido en conseguir esto mediante el engaño. ¿Le hubieran dado mayoritariamente su voto los ciudadanos si el PP les hubiera advertido de las medidas que pensaba tomar y de las consecuencias inmediatas que traería? La sola decisión de no decir la verdad indica que, al menos el PP,  pensaba que podría no conseguir el enorme apoyo que obtuvo.

Los últimos datos de corrupción escandalizan como no había ocurrido hasta ahora, sobre todo por tres razones:
La primera, contrapone el aprovechamiento que han hecho los que mandan frente a los sacrificios que se están imponiendo a los ciudadanos.
La segunda, hace muy difícil, casi imposible, que se crea a alguien como Rajoy, cuando mintió a los votantes para que le dieran el poder. No les dijo lo que iba  a hacer pocos días después de que le votaran.
Y la tercera, han puesto de manifiesto la connivencia del PP con los que manejan dinero en su propio beneficio.

Se podrá aducir que la situación vino dada, que no ha tenido otro remedio que aplicar esa política. Si la situación estaba ya así y obligaba a hacer lo que ha hecho. ¿Por qué no lo advirtió cuando pidió el voto a los ciudadanos?  En realidad Rajoy sólo tiene un argumento para explicar este fraude. La especie, extendida entre los que mandan, que la política implica hacer cosas que no gustan a los ciudadanos y que se pueden dar por aceptadas tan sólo con explicarlas, a posteriori. El argumento vendría a significar que el sentido del voto sólo vale a posteriori, cuando las decisiones ya se han tomado, en muchos casos con carácter irreversible. Por ejemplo, el despedido con menos derechos, no los recupera a posteriori.
Ante la abundancia de casos de corrupción hay quien pide una regeneración de la vida política. Quienes lo piden deberían recordar que la primera regeneración pasa por no hacer lo contrario de lo que se ha prometido para conseguir el voto ciudadano.

Para acabar, de todo el Caso Bárcenas recordaré la frase que más me ha llamado la atención. La secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, aseguró que lo publicado pretende "perjudicar" al Gobierno cuando el país "empieza a remontar". Seis millones de parados la contemplan.