"El secreto de ser aburrido es decirlo todo"

Voltaire.

domingo, 8 de septiembre de 2013

DE LOS BROTES VERDES A LA TIERRA ESTÉRIL

Ahora se reniega de los brotes verdes, pero se habla de forma muy parecida. La recesión misma y sobre todo las políticas aplicadas han afectado al esqueleto económico, hasta dejarlo inerte.
                                             “Páramo que cruza el lobo                                                                                                   aullando a la luna clara..."
 Antonio Machado
                                                        
La expresión brotes verdes no la inventó Zapatero. Tampoco nadie de su equipo, ni de su gobierno. La leí por primera vez en un informe de Barclays Bank, en la primavera de 2009. Y no hacía referencia a España. Ni siquiera a Europa. Aventuraba que ya por entonces  se detectaban los primeros síntomas de recuperación en la economía, cuando el mundo entero estaba azotado por una crisis global. Era Asia donde el autor del informe situaba esa tímida salida de la Gran Recesión.  Poco tiempo después,  la entonces vicepresidenta de economía, Elena Salgado, cometió la torpeza de emplearla. Desde entonces ha pasado a ser sinónimo de incredulidad en la recuperación.
Sin embargo, España, por aquel entones,  no tardó mucho en salir de la recesión de acuerdo con esa regla tan dudosa que proclama su fin cuando  el Producto Interior Bruto crece un trimestre respecto al anterior. En el primer trimestre de 2010 la economía creció un 0,1 por ciento respecto al trimestre previo. El siguiente volvió a crecer, el 0,2 por ciento. Incluso, de los tres trimestres siguientes, en dos creció de nuevo y en uno tan sólo se estancó. ¿Tiene alguien la sensación de que por aquellas fechas la economía se hubiese recuperado? ¿Alguien piensa que se estaba implantando un cambio de modelo?
Traigo esto a colación para hablar del presente. Ahora se reniega de los brotes verdes, pero se habla de forma muy parecida.
Sin embargo, en mayo de 2010, España, con su presidente del Gobierno a la cabeza, temía ser intervenida porque la prima de riesgo había escalado hasta los 164 puntos. Ahora el gobierno se felicita porque ha caído hasta los 253. Entonces el déficit público había llegado al 11,2 por ciento del PIB. Se consideraba insostenible y se aceptó como inevitable aplicar un duro recorte del gasto público. Tres años de ajustes, cada uno más duro que el anterior, han dejado el déficit público casi como estaba. Se sitúa en el 10,6 por ciento.
Esa exigua reducción de déficit, de tan sólo 0,6 puntos, no ha sido inocua. En el tercer trimestre de 2010, 18,5 millones de personas tenían empleo, podían pagar, por tanto, su impuesto sobre la renta y su cotización a la Seguridad Social. Hoy lo tienen 16,8 millones. Son casi dos millones menos.
Los últimos datos sobre paro y empleo, que el Gobierno ha explicado como un cambio de tendencia y algunos comentaristas de la actualidad han creído, no indican recuperación, sino acomodación a la crisis. En el segundo trimestre, según la Encuesta de Población Activa, se crearon 149 mil puestos de trabajo respecto al trimestre anterior. Pues bien, la totalidad de ellos fueron empleos temporales, incluso más, porque al tiempo se destruyeron 50 mil fijos. Se trata de un periodo en el que hoteleros y negocios del sector turístico contratan para atender la temporada de sol y playa. Si en esta ocasión han contratado más es porque tienen sus empresas bajo mínimos. Pero tal abrumadora temporalidad, superior a la de otras temporadas, hace sospechar que pasado el sol retornará el frio. De hecho, este año hay 34 mil empleados menos que el pasado en el turismo de los brotes verdes. En agosto por su parte se han despedido menos trabajadores que en 2012. La explicación es sencilla: no se puede destruir el empleo que ya no existe.
Es el hecho más relevante, pero hay otros.
El crédito a las empresas. Es una necesidad para la recuperación. Pero es sobre todo un indicador de la recuperación: cuando las empresas detectan posibilidades futuras de vender, arriesgan dinero para desarrollar sus negocios, es decir, invierten. El dinero se lo piden prestado a los bancos. Estos  sólo lo prestan cuando detectan que en el futuro se lo devolverán. Y más ahora después de la que montaron años atrás. Pues bien, tomamos el último mes que figura en el Banco de España, julio. El dinero prestado a las empresas ha descendido un 15 por ciento respecto al malísimo año pasado. Y así mes tras mes. Los bancos, cuyos presidentes se suman  al mensaje de que la recuperación está cerca, actúan con el dinero que manejan en sentido opuesto. No parecen confiar en que las empresas van a vender más para devolvérselo.
La actividad industrial. Es clave para la recuperación. No sólo porque por su naturaleza es la actividad más estable, sino porque en ella debe apoyarse nuestra capacidad para exportar. Tras una tímida recuperación en 2010 y 2011, no ha parado de caer: este año se produce  un 2,7 por ciento menos que el pasado, tras 25 meses de retroceso. Los pedidos industriales, que indican lo que se producirá en el futuro, cayeron en junio un 4,3 por ciento, el peor dato ese mes de los últimos años. Y de las  fábricas, las que quedan abiertas tienen el 26 por ciento de las mismas sin utilizar por falta de trabajo.
Recientemente en la Cadena SER, la directora de Hoy por Hoy, Pepa Bueno, preguntaba al ministro de economía, Luis de Guindos, en qué podrían emplearse los 6 millones de parados. “En el sector exterior”, aseguró el ministro, y citó al sector del automóvil como ejemplo. Miremos los datos. Las fábricas de automóviles y de componentes han perdido 10 mil trabajadores respecto al malísimo año pasado. “La consultoría”, añadió el ministro como otro sector donde colocarse: ahora trabajan 9 mil personas menos que en 2012.
El gobierno y algunos analistas señalan a las exportaciones como muestra de la recuperación. Y podríamos decir que al contrario, es precisamente el indicador de la crisis. Las ventas al extranjero han subido con fuerza en los últimos años. Pero es un fenómeno que ocurre siempre que hay crisis. Los fabricantes buscan vender fuera lo que aquí no se compra. Y ni en 2012, ni en 2013 se ha notado cambio de tendencia alguna. De hecho las ventas al extranjero han crecido menos que en años anteriores. Ha mejorado nuestra relación económica con el exterior. Pero no ha sido por vender mucho más, sino por comprar mucho menos en el extranjero, síntoma inequívoco de crisis. Es tal la atonía del consumo y la inversión, que no se compra  lo de dentro, ni lo de fuera. Las exportaciones, en suma son un sustituto en ese a caso de la parálisis interior, pero que no la compensa: mientras la actividad interna cae el 3,6 por ciento, la externa sube sólo el 2 por ciento.
En economía, como en casi todo en la vida, los hechos y los datos son acumulativos, por más que, para organizar nuestra mente los podamos periodificar. Pero eso no vale para pensar que cuando un año cae la economía, finalice allí el declive y al año siguiente partamos de cero. Esto significa que el destrozo de 5 años de crisis, no se resume en un cúmulo de cifras coyunturales. La recesión misma y sobre todo las políticas aplicadas han afectado al esqueleto económico mediante cierre de empresas, que costaron años consolidarse, pérdida de derechos laborales, necesarios no sólo por justicia, sin para que el asalariado tenga confianza para consumir, o el abandono del Estado, comunidades autónomas y ayuntamientos, de obligaciones para  facilitar el crecimiento: desde la ejecución de obras públicas y el apoyo a la investigación, hasta la mejora de la educación y la atención sanitaria.

Lo descrito hasta aquí ha sido el paso de los brotes verdes, en que nadie creyó, a la tierra estéril sobre la que se quiere proclamar el fin de la crisis.

2 comentarios:

  1. Muy clarificador Emilio. Deberías aprovechar una rueda de prensa para pasar el artículo al portavoz de turno del Gobierno y de paso a sus voceros.

    ResponderEliminar