"El secreto de ser aburrido es decirlo todo"

Voltaire.

miércoles, 23 de octubre de 2013

DE ORDEN DEL SEÑOR RAJOY ,…SE ACABÓ LA CRISIS

La insistencia machacona en anunciar el fin de la crisis, no se corresponde con el sentimiento de la gente, pero tampoco con los datos económicos.
“A veces el saber verdadero resulta indiferente y entonces puede inventarse”.                                                              Javier Marías. Todas las almas.

Se ha proclamado el fin de la crisis. Me extraña, porque siempre había pensado que los decretos no entraban en vigor hasta el día siguiente de su publicación en el Boletín Oficial del Estado. Pero en fin…así se ha hecho. Y ante tal pronunciamiento, se extiende cada más el comentario de que los datos económicos no coinciden con la realidad que viven de las personas..

No es cierto. Los datos económicos, cuando hacen referencia al conjunto de la sociedad, sólo tienen por objeto describir con cifras la realidad de las personas. Y así lo hacen. Lo contrario sería como pensar que una balanza  no refleja realmente la masa, por ejemplo, de un cilindro de hierro. En tal caso, ni los datos económicos, ni el Sistema Universal de Unidades de Medidas tendrían sentido, y posiblemente viviríamos en la irrealidad.

Hay otra explicación, por la que sorprende la proclamación de la crisis. Simplemente porque los datos pueden ofrecerse sesgados. No me refiero a que se interpreten de modo optimista. Siempre es positivo mostrase optimista. Es algo más: se destacan cifras al calor de la actualidad más rabiosa como si fuesen excepcionales y se evita la comparación con periodos anteriores. Con datos de un solo trimestre se concluye por ejemplo, que estamos ante un cambio de modelo, algo que ofendería cualquier razonamiento.
Repasemos los argumentos más repetidos por el Gobierno.

El primero. Por primera vez en la crisis el Producto Interior Bruto, la actividad económica, ha dejado de caer en el tercer y se espera que en el cuarto trimestre respecto al trimestre anterior. Simplemente no es cierto que sea la primera vez. Eso ya ocurrió durante cinco trimestres consecutivos entre 2010 y 2011 y la crisis no quedó atrás.

Segundo. Las exportaciones crecen como nunca, porque estamos cambiando el modelo económico. Tampoco es cierto. Entre abril y junio aumentaron un 9 por ciento. ¿Es mucho? Si se compara con los otros trimestres del gobierno de Rajoy sí. Pero en 2010 y 2011 registraron crecimientos del 14, del 12 y del 11 por ciento. Y vivíamos la crisis con terror.

Tercero. La bolsa. Se ha disparado en lo que llevamos de año: ha subido el 20 por ciento y ha llegado a alcanzar los 10.000 puntos. ¿Es un buen augurio? En 2009 subió el 26 por ciento y acabó en 11.940 puntos. ¿Recuerdan? Fue el año de mayor hundimiento económico con una caída del 3,8 por ciento del PIB.

Cuarto. La prima de riesgo, la diferencia entre el interés de la deuda española y la alemana, ha caído hasta los 237puntos y se celebra como un triunfo. Era el nivel que tenía en junio de 2011 cuando Zapatero pensó que se le venía el mundo encima. El 7 de mayo de 2010 estaba mucho más baja aun, en 162 puntos, lo que llevó al presidente del Gobierno a lanzarse por la senda del ajuste.

Quinto. La inversión en equipamiento de las empresas, cae, pero ya poco, porque bajó el 0,4 por ciento en el segundo trimestre.. En el último trimestre de 2010 subía el 1,2 por ciento y la crisis continuaba.

Sexto. El dinero que llega a España. El presidente del Santander, Emilio Botín, afirmaba el pasado 17 de octubre “está llegando dinero a España por todas partes”, Pues bien, el dinero de las inversiones extranjeras en nuestro país, ya sea para una empresa, para comprar acciones, bonos del Estado o cualquier otra cosa disminuyó entre enero y julio de este año en más de 100.000 millones de euros. En ese periodo durante 2010 también bajó, pero en sólo 13.000 millones.

Séptimo. La inflación.  Este argumento roza el esperpento. Se destaca que en septiembre la moderación de precios era tal que sólo habían subido el 0,3 por ciento. Y se asegura que acabaremos el año con una inflación de sólo el 1 por ciento. “Es la primera vez que eso ocurre”, presumía recientemente el ministro de Hacienda, Cristobal Montoro en la Cadena Ser. Tampoco es cierto. Ocurrió en una ocasión, en 2009: los precios subieron ese año el 0,8 por ciento. Y en septiembre de ese año  incluso bajaban el 1 por ciento. Fue el año de la gran catástrofe. Aparte de la bajada del petróleo, el resto de los precios se estancaron entonces y ahora por el parón económico, como ocurre cuando la gente no consume.

Detallo  hasta aquí los capítulos con los que el Gobierno anuncia que nos hemos curado. Hay otros que ni siquiera se tiene el atrevimiento de mencionar, como la caída constante de la producción industrial, la reducción mes a mes del números de pedidos a la industria, indicador adelantado por excelencia de cómo van las cosas,  o que cada vez los bancos conceden menos créditos, pese a esa “llegada de dinero de todas partes”, También  que Hacienda no consigue recaudar lo previsto porque no hay actividad ni empleo suficiente. Podemos seguir: la demanda de energía en lo que llevamos de año es un 2,4 por ciento inferior a 2012 y en septiembre cayó el 1,5 por ciento. Las compras en el comercio bajaron en agosto el 4,5 por ciento, tras acumular una caída continuada desde junio de 2010. 

¿Cómo es posible todo esto si salimos de la recesión? Porque la salida de la recesión se determina cuando sube la actividad económica un trimestre sobre el anterior. Si comparamos nuestra economía con el mismo periodo del año pasado caemos todavía el 1,2 por ciento.

Evito hablar del empleo, el factor más determinante de la actividad económica, porque su situación es de sobra conocida y el Gobierno aun no ha tenido el atrevimiento de utilizar el 26 por ciento de paro cómo indicador de la recuperación, pese a la creación de empleo precario reciente..

Sólo la angustia por anticipar algo parecido a la llegada del Mesías, o una estrategia consistente en hacer creer a la gente que lo que se prometía es lo que ya se ha logrado, y ahora si no consumen más es por que no se atreven,  puede explicar esa proclamación del fin de la crisis por decreto.

Lo más preocupante es que puede deberse a otra cosa: que se haya concluido que esta que vivimos ahora es la recuperación, que no haya otra y que no cabe más que asumirlo.