"El secreto de ser aburrido es decirlo todo"

Voltaire.

lunes, 2 de junio de 2014

CINCO ESTAMPAS POSTELECTORALES

La indiferencia de los mercados, los tópicos para explicar el lógico desapego de los ciudadanos, la banalidad como respuesta al desastre, la adhesión a la sorpresa electoral  o búsqueda atropellada de tesis descalificadoras de la misma, componen el mosaico de estampas de una semana postelectoral


Una. La bolsa va a su bola.

Ningún indicador como la bolsa ha reflejado de manera más fría lo que para la economía han sido las elecciones al Parlamento Europeo. Tras el revuelo político ocurrido la Unión Europea en estos comicios, la bolsa amaneció el lunes con subidas que se fueron haciendo más pronunciadas según transcurría la jornada y así siguió el resto de la semana. El primer ministro francés había llamado terremoto a lo sucedido en los comicios, en el Reino Unido los conservadores en el gobierno  se habían hundido, mientras triunfaba la opción de sacar a Gran Bretaña de la Unión Europea. Merkel había perdido 6 puntos respecto a la anterior consulta. En Grecia había ganado el partido que está dispuesto a decir no a la Troika. Y en España los dos partidos que han dominado de manera total la gobernación del país no llegaban al 50 por ciento.
¿Por qué la bolsa no reaccionó a esto con preocupación cómo los gobernantes europeos? No lo sé. Pero sólo encuentro una explicación coherente: a los que deciden comprar y vender cantidades masivas de acciones en bolsa les da igual quien esté en el Gobierno. La experiencia les ha dicho que en realidad los que mandan son los mercados. Los gobiernos se someten a su voluntad. La impasibilidad de la bolsa es la muestra más palpable de lo bajo que ha caído la democracia, es decir la acción política decidida por los ciudadanos.

Dos.  Un esfuerzo de pedagogía.

El Partido Popular puede haber encontrando ya la solución a la pérdida de 18 puntos en los comicios europeos: “recuperar crédito electoral, ahora que la estabilidad está garantizada, para avanzar en el camino de la recuperación económica” y que el partido “no se detenga un minuto, que retome la iniciativa política y que haga un esfuerzo de pedagogía explicativa a los ciudadanos”. ¿Es Rajoy el que lo ha dicho? No. ¿Es Cospedal tras la reunión de la ejecutiva del PP el pasado lunes? Tampoco. Es lo que un periódico recogió de lo dicho por Zapatero en octubre de 2010, cinco meses después de que en mayo inaugurase, por orden de la Unión Europea, la etapa de la austeridad. Un año antes de que eso supusiese el hundimiento para su partido.  Cospedal dijo algo muy parecido el lunes pasado: pidió “un esfuerzo de pedagogía, de comunicación, más intenso”. Lo de más intenso debía ser porque Rajoy ya había pedido a los suyos en junio del año pasado “un esfuerzo de pedagogía para explicarlas –las reformas- a los ciudadanos”. De este juego de cubiletes parece entenderse que el problema es no haber sabido explicar a los ciudadanos que si les despiden las empresas con más facilidad y menos indemnización es por su bien o que si ahora les pueden bajar el sueldo más fácilmente es en su beneficio. Lo que falta es explicarlo.

 Tres. ¿Congreso abierto…cerrado?

Del debate entre los socialistas sobre su hundimiento no sé qué decir. Mientras escribo esto llevo un rato dándole vueltas…y no hay manera. Lo mejor que encuentro para entrar en materia es esa frase de Rubalcaba de que “la gente lo está pasando muy mal y hay gente de que se acuerda de que esto empezó cuando estábamos en el gobierno”. Reflexión que debería llevar a tener paciencia y esperar a que a la gente se le olvide. También he escuchado eso de que “hay que abrirse a la sociedad”,  Es el argumento que emplean algunos para situar  ese apasionante debate de si debe haber primarias antes de un Congreso, para pasar después a si la secretaria o secretario general debe ser elegido o elegida por los militantes o por los delegados. Es un asunto que a los ciudadanos “que lo están pasado muy mal” les apasiona. Sobre todo por la vacuidad del debate, con propuestas tan manidas como “abrirse a la sociedad”. Se puede hacer la prueba,  buscar en Internet y encontrar que esa obviedad la propugnan instituciones tan variopintas como el PP, la Diócesis de Segorbe-Castellón, Izquierda Unida, los Servicios de Defensa e Inteligencia del Estado, la Confederación de Empresarios de Zaragoza, el Tribunal de las Aguas de Valencia o una logia masónica. Así como el PSOE, naturalmente.  
   
Cuatro. ¿Dónde estaba el 15 M?

Más de un  millón doscientas mil personas llevan desde el domingo 25 hasta ahora reconociéndose autores de la sorpresa electoral. Pero llama más la atención la  reacción del resto. El carácter secreto del voto hace imposible sacar más conclusiones, pero se escuchan comentarios de muchos otros atribuyéndose parte del éxito de Podemos sin que posiblemente les hayan votado. Otros llevan siete días elaborando a marchas forzadas sus tesis descalificatorias contra la formación que se ha pasado de la raya, consiguiendo cinco escaños, parece que sin permiso alguno. La acusación de que su dirigente, Pablo Iglesias, se ha aprovechado de su capacidad para hablar en televisión parece un sarcasmo, cuando las dos fuerzas mayoritarias se pasaron la campaña electoral ocupando espacios de televisión, radio y periódicos empleando tópicos y diciendo simplezas que a la gente les traen sin cuidado: ¿Quién se acuerda ahora del enfrentamiento entre un candidato machista y una candidata justamente ofendida? Pues fue ese el eje de la campaña electoral, aunque a estas alturas nos parezca increíble, en un país donde “la gente lo está pasando muy mal” y no por una catástrofe natural, sino por la acción del hombre, de los hombres que gobiernan.

Cinco. No lo vimos.


En la última estampa se plasma al retratista. Creo que las elecciones europeas eran una herramienta útil para conocer el poder de penetración de los medios de comunicación profesionales, frente a la multiplicidad de medios dispersos alternativos que han aflorado al calor de Internet. El resultado de la evaluación no hace falta ni mencionarlo. No me refiero sólo a las redes sociales, sino a mucho más que eso: blogs, televisiones artesanas, periódicos alternativos y demás. Tampoco hablo aquí de la dicotomía entre medios convencionales (papel, televisión, radio) y digitales. A estas alturas el periodismo dispone claramente de más capacidad digital que cualquier bloguero, trabaja en las redes sociales y estudia profusamente la manera de sacar el mayor partido posible a esos nuevos instrumentos, aunque aún les falte mucho para completar su transformación. Pero hay algo por encima de esto: el contenido que transmiten esos instrumentos, la sensibilidad para captar las preocupaciones sociales, el razonamiento crítico para explicar lo que pasa. Según el escritor vienés Stefan Zweig  “obedeciendo una ley irrevocable, la historia niega a los contemporáneos la posibilidad de conocer en sus inicios los grandes movimientos que determinan su época”. Parece que en estos momentos nos está negando no sólo conocer los grandes, sino también los más pequeños movimientos.  

1 comentario:

  1. El País de hoy hace un perfil del votante de Podemos. Yo sobrepaso ligeramente la edad de los electores, entre 35 y 54 años. Mi hijo, de 18, se estrenó votando también a Podemos; tampoco encaja en el perfil. Y no hemos visto jamás en la TV a Pablo Iglesias; simplemente leímos el resumen de su programa en la propaganda electoral y nos convenció. A quien sí vimos fue a los candidatos de los otros partidos y también nos convencieron: Nos convencieron de que jamás podríamos fiarnos de ellos.

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