La implantación del modelo
neoliberal no sólo tuvo como
consecuencia el estallido de la crisis financiera. Trajo algo casi peor: la
eliminación completa de cualquier otra forma de entender la política
económica. Hizo pensar a los ciudadanos
que no hay otra alternativa, que la economía es así y no queda otra.
“Es sorprendente el número
de tonterías que se pueden creer temporalmente si se aísla uno demasiado tiempo
del pensamiento de los demás, sobre todo en economía”.
John M. Keynes.
El juego de las adivinanzas
puede ser un recurso entretenido para matar el tiempo en un viaje o un recurso
fácil e infalible de un programa de televisión. Pero también puede ser útil para
sacar conclusiones, si la solución a cada pregunta resulta sorprendente,
inesperada. En ese caso nos puede hacer
pensar. Es esto último lo que pretendo.
A eso vamos. Empezamos…¡ya!
Primera prueba.
“Con fines de socialización, el
suelo, los recursos naturales y los medios de producción pueden ser situados
bajo un régimen de propiedad colectiva o
de otras formas de gestión colectiva por una ley que fije el modo y el
monto de la indemnización”.
Hagamos un ejercicio de
imaginación. ¿A qué pertenecen este párrafo? Es un precepto incluido en una
constitución. ¿Cuál? La de Ecuador. No,
no es esa. ¿Tal vez la de Bolivia? Tampoco. Se trata del artículo 15 de la
constitución alemana. La Ley Fundamental para la República Federal de Alemania.
Ese es su nombre exactamente. Sí, la misma de la que proviene el poder de
Angela Merkel. Obviamente no se ha incluido en ella tal cosa durante el mandato
de la actual canciller. Su origen está en el de la propia constitución, en
1949. Estaba naciendo la nueva Europa, la que acordó el desarrollo del Estado de Bienestar como signo de
identidad y motor del crecimiento.
Sigamos jugando a las
adivinanzas. Segunda prueba.
-Un
país donde el tipo impositivo máximo,
el que pagaban a Hacienda los que más ganan, era el 91 por ciento.
Resulta difícil ¿no? Podría ser, por ejemplo, algún país con un
gobierno populista. Pero no es así. Era
Estados Unidos. Y no un año de locura: entre 1951 y 1963. Fue el periodo de
mayor crecimiento de la economía norteamericana y posiblemente el periodo de
mayor prosperidad de la historia. De hecho, entre 1940 y 1980 el tipo máximo
del IRPF en Estados Unidos no bajó del 70 por ciento. Los “confiscadores
fiscales”, según la concepción tributaria neoliberal, fueron “populistas” tan
significados como F. D. Roosevelt, Truman, Eisenhower, Kennedy, Johnson, Nixon,
Ford y Carter. La involución conservadora de Reagan dio al traste con el modelo
que había sido objeto de consenso en Estados Unidos y en Europa.
Pasamos a la tercera prueba.
-Pensemos
en otro país. Allí tienen nacionalizada la electricidad. También la principal
compañía aérea, la empresa que da servicio telefónico a toda la nación y las
que suministran el agua. Además es propiedad del Estado la primera siderúrgica,
que representa el 90 por ciento de la producción del país. Está nacionalizado el transporte interurbano
por autobús y por supuesto los ferrocarriles y los aeropuertos. Pero, no sólo
eso, son del Estado la primera empresa de fabricación de automóviles y la
compañía que ejerce de hecho el monopolio del petróleo, entre otras muchas.
A estas alturas del juego
nadie cae ya en la trampa de pensar que se trata de un régimen bolivariano.
Pero, podría ser…¿alguna dictadura populista y atrasada? No. Tampoco. Hablamos
de Gran Bretaña, entre 1950, en realidad bastante antes, y 1979. En ese año accedió al poder la
involución conservadora, con Thatcher a la cabeza y vendió este capital público
por 30.000 millones de libras. Sería para favorecer el crecimiento. Es el
argumento empleado. Pues entre 1950 y 1979, en medio de tanta nacionalización,
la economía británica creció más que en periodo posterior: una media de 3 por ciento. Desde la ola
privatizadora el crecimiento, que teóricamente justificaba la privatización en
masa, ha sido menor: del 2,4 por ciento.
Son tres ejemplos de
Alemania, Estados Unidos y el Reino Unido. Y explican
que hay otras formas de organizar
la vida económica. La implantación
generalizada del modelo neoliberal con la irrupción de la Revolución
Conservadora, que trajo Reagan y Thatcher, no sólo ha tenido las consecuencias
que todo el mundo sabe, con el estallido de la crisis financiera en 2008. Trajo algo casi peor: la eliminación
completa de cualquier otra forma de entender la política económica. Hizo
pensar a los ciudadanos que no hay otra alternativa, que la economía es así,
con los pequeños matices que introduzca la alternancia política. Cualquier otra
cosa, se hace ver, es voluntarismo insensato o populismo fácil, que pone en
riesgo a los ciudadanos. El grave riesgo que los ciudadanos han asumido en
cambio se materializó con la crisis y esa forma de entender la economía. Y no
sólo se transmitió este dogma a la gente de la calle. Las facultades de economía arrinconaron otros modelos en sus enseñanzas
y la mayoría de los economistas aceptaron el dogma. Tanto es así que se le
bautizó con la expresión “pensamiento único”.
Los
tres ejemplos citados son una sencilla muestra de que ese dogma del pensamiento
único es una falacia.
Esto no ha sucedido sólo en
los últimos 40 años. John Keynes hacía
referencia en 1936 al dogma económico de entonces, que con matices es el mismo
que el actual, lo denunciaba y explicaba así la razón de su dominio
incontestable: “le dio autoridad el
hecho de que podía explicar muchas de las injusticias sociales y aparente
crueldad como un incidente inevitable en la marcha del progreso, y que el
intento de cambiar estas cosas tenía, en términos generales, más probabilidades
de causar daño que beneficio; y, por fin, el proporcionar cierta justificación
a la libertad de acción de los capitalistas individuales le atrajo el apoyo de
la fuerza social dominante que se hallaba tras la autoridad”