"El secreto de ser aburrido es decirlo todo"

Voltaire.

martes, 8 de diciembre de 2015

PARA NO OLVIDAR.

Lo que ha caracterizado esta legislatura es el intento de aprovechar la crisis para cambiar el modelo de relaciones económicas y sociales, por otro a la medida de los más ricos. Creo además que en gran parte se ha  conseguido. Un cambio radical, y sin pacto con los ciudadanos, del modelo que nos habíamos dado.
“deja que la mentira te alucine y te extravíe con sus ilusiones y hechizos, y habrás caído en mi poder sin condición alguna”. 
 Mefistófeles. Fausto. Goethe.

No hace mucho escuché a Jordi Sevilla, el principal asesor económico del secretario general del PSOE, describir los cuatro años de gobierno de Rajoy como “una legislatura para olvidar”.  Lo hacía para descalificar la política económica aplicada por el PP. Pero a mí me sirve para exponer un argumento. Desde luego la legislatura del gobierno de Rajoy no es para olvidar, sino todo lo contrario.

Podría haberse tratado de una legislatura con políticas erráticas, que empeorasen la situación económica o de una acción de gobierno simplemente equivocada. Las autoridades podían haberse mostrado incapaces. O tomado decisiones duras o injustas para el ciudadano. Esos serían ingredientes que harían de una legislatura algo para olvidar.
 
La verdad es que de todo eso ha habido,  pero no es eso lo que ha caracterizado la actuación económica del Gobierno de Rajoy. Es algo más preocupante.   Lo que ha caracterizado  la legislatura del PP es el intento de aprovechar la crisis para cambiar el modelo de relaciones económicas y sociales vigente hasta hace poco.  Creo además que en gran medida lo ha conseguido. Lo ha cambiado por otro a la medida del ideario de una parte, y no la más numerosa, de la sociedad. La que integra a los más favorecidos, a los más ricos.

Toda sociedad se debate en un conjunto de intereses contrapuestos. Y si la observamos con cierta perspectiva, podemos agrupar esos intereses en lo económico, de una parte,  en los de los afortunados  y poderosos, y, de otra en los que dependen únicamente de su trabajo para salir adelante.  Una sociedad moderna y democrática se caracteriza no simplemente por el derecho a votar cada cierto tiempo, sino porque se construye mediante un pacto entre esas dos partes con intereses contrapuestos.
Las crisis económicas, tan demoledoras como la que se desató a partir de 2008, ponen en tensión a las sociedades y suelen conllevar un cambio profundo de las relaciones económicas y sociales. Estos cambios, inevitables y necesarios,  pueden hacerse mediante un nuevo pacto integrador o mediante la imposición de una parte sobre la otra. Esto último es lo que ha significado la presente legislatura.

Sin remedio nos hemos encontrado con otro modelo que nadie anunció. Hay que recordar que lo hecho por Rajoy y su Gobierno fue ocultado en la campaña electoral de 2011. Por eso, no es accesorio el que, como el mismo Rajoy reconoció, no haya cumplido su programa. O mejor, que haya aplicado un programa que ocultó a los electores.

Se dice que es una práctica habitual incumplir los programas. Esto es censurable. Pero la gravedad es mucho menor, cuando la política aplicada en lugar del programa  no cambia el modelo económico y social, no altera el pacto. Basta con castigar a ese partido cuando llegan a las elecciones, olvidar su acción de gobierno tramposa y aplicar otra. Aquí no ha ocurrido eso, sino un cambio radical, y sin pacto con los ciudadanos, del modelo que nos habíamos dado.

Podemos también descender a resultados más tangibles.  A comprobar la eficacia de esa acción de gobierno.  Desde dos puntos de vista.

El primero ¿han sido eficaces las medidas adoptadas? Para los que querían un mundo laboral donde poner a un trabajador en la calle costara mucho menos o para los que deseaban solventar los problemas empresariales por la simple vía de pagar menos a los trabajadores, las medidas han sido muy eficaces.  Para los que aspiraban a hacerse por “cuatro perras” con una parte importante de las cajas de ahorros saneadas con el dinero de los ciudadanos, han sido más eficaces si cabe. O para los que no quieren que con sus impuestos se gaste bastante en la sanidad de todos y en la educación de todos, las medidas  también han sido muy eficaces. Desde que se restauró la democracia nunca se han visto en otra.

Pero hay otro punto de vista. ¿El abaratamiento del despido es eficaz? Desde luego no lo es para los 15 millones de asalariados. Pero tampoco lo es para los que están en paro, muchos de los cuales viven precisamente de la indemnización que cobraron, ellos o sus padres. Tampoco lo es para los autónomos, que  se ganan la vida vendiendo o prestando sus servicios a los asalariados, que dependen de su sueldo…y de su indemnización como sistema de salvaguarda. Ni siquiera es eficaz para el banco que prestó dinero a un asalariado. Bien mirado, para el banco, el derecho del trabajador  a cobrar una indemnización, es un aval de  la recuperación del crédito, probablemente la mayor de las garantías crediticias que tienen los bancos entre sus clientes de a pie.

Y podemos seguir. ¿Es eficaz bajar los salarios? Para el empresario que los baja, es posible. Pero para el empresario de enfrente, que vende o presta un servicio al asalariado que ha visto reducir su nómina no lo es. Los argumentos simplistas y cortoplacistas sobre bajadas de salarios, congelación de pensiones, reducción de gastos públicos no tienen en cuenta que lo que uno no gasta es lo que otro no ingresa. Y una reducción de los salarios provoca  una reducción del gasto o un endeudamiento del asalariado para gastar. Ese es el efecto que causa la política de austeridad.

Se argumenta que las bajadas de los salarios lo son para ganar competitividad frente al exterior. Pero no se dice que sólo el 32 por ciento de lo que se produce en España se vende a los de fuera, ya sean productos o servicios como el turismo. Además,  esa bajada, si es completa debería ir acompañada de una bajada también de lo que ganan las empresas, que es otra parte de lo que cuesta producir un bien o prestar un servicio.  Y se da la circunstancia de que, en los cuatro últimos años,  el conjunto de los salarios ha registrado una bajada del 7 por ciento, mientras que el conjunto de las ganancias empresariales ha registrado una subida del uno.

Vamos más al detalle. Al debate sobre la mejora de la economía. Para ello se compara cuanto crece ahora la economía española: ese 3,4  por ciento, frente al mismo trimestre de  2011, cuando caía el 1,2 por ciento. Es la forma en que se presenta  el asunto. Pero lo cierto es que el PIB, la actividad económica entonces, era mayor que ahora. ¿Por qué sube pues tanto la economía? Pues porque se compara con un nivel muy bajo, el del año pasado.  Lo mismo ocurre con otros datos económicos. ¿Por qué ahora no se destruye empleo o, cuando ocurre, no se destruye tanto como antes? Pues porque no se puede destruir el empleo que ya no existe, simplemente.

La actividad económica es acumulativa,  como casi todo en la vida. Cuando alguien carece de lo necesario, pongamos por caso, durante un mes, su vida se deteriora. Cuando lleva así tres años, el deterioro es 36 veces mayor. Y si durante un mes vuelve a disponer de algo, su vida no vuelve al punto inicial, sino que el deterioro será todavía 35 veces mayor que cuando fue privado de lo que necesitaba.

Todas estas cosas explican también la diferente percepción que tiene la mayoría de la gente respecto al mensaje que machaconamente transmiten Rajoy y su equipo.


En fin, para no olvidar.