"El secreto de ser aburrido es decirlo todo"

Voltaire.

jueves, 24 de septiembre de 2015

CATALUÑA SIN FRONTERAS.

El principal riesgo de la  independencia de Cataluña no es económico. Está en  la forma en que se ha abordado el problema. Se llama intolerancia y es el paso previo a fomentar el desprecio al otro o el odio.
“El sentido común siempre habla con retraso”. Raymond Chadler. Playback.
Escribir sobre la posibilidad de una Cataluña independiente es complicado. Intervienen tal cantidad de factores que se hace difícil dar una explicación sobre las razones que han llevado al auge espectacular del independentismo. Y mucho más difícil aún aventurar las consecuencias de la secesión, tanto para Cataluña como para el conjunto de España. Pero lo voy a intentar.

Lo primero. Hasta la presente legislatura, la que llevó al poder al PP a finales de 2011, el independentismo no fue la opción más elegida de los catalanes. Las encuestas que hace cada tres meses el Centre d’Estudis d’Opinió de la Generalitat de Catalunya así lo revelan. Según estas, el fuerte incremento a favor de la independencia tiene dos fases. Una menos pronunciada, que coincide con el comienzo de la crisis económica y que se acentúa en el momento en que el gobierno de Zapatero apuesta por los ajustes y  la austeridad. Y la otra,  una auténtica escalada secesionista, cuando llegan los más duros recortes impuestos por Rajoy. Esto lleva a pensar que el auge del independentismo catalán es hijo de la crisis económica, y más que eso, de la forma  en que se afrontó la crisis: recortes y pérdidas de derechos sociales. El desapego al Estado vigente, que se manifestó en otras partes de España, encontró una alternativa en Cataluña, que en otros sitios no existía. En Madrid, por ejemplo, no hay forma de vincularse a la independencia de nada.

Esto no quiere decir que no hayan influido otras cosas. La primera, el sentimiento de nación propia que tienen los catalanes, vinculado sobre todo a su lengua. Precisamente, el desprecio y la negación de este hecho aumentó el independentismo.

Segundo. Vamos a las consecuencias. Las económicas y las jurídicas son de las que más se habla. En realidad no se trata de argumentos mínimamente elaborados, sino de reunir todas las calamidades posibles para advertir que la Tierra se abriría y Cataluña descendería a las profundidades del averno. De las consecuencias para el resto de España no se dice nada.

Cataluña dejaría todos los organismos internacionales, la Unión Europea, la ONU, el FMI, la OTAN, y demás, viene a concluir un informe de la Fundación Alternativas. Lo cierto es que Cataluña no dejaría ninguno de  ellos por la sencilla razón de que ahora no pertenece a los mismos. La que pertenece es España. Obviamente, en el momento del nacimiento de un Estado, este no pertenece a nada. Es a partir de ese instante cuando debe dar los pasos para incorporarse a organismos internacionales.

Más en detalle, Cataluña quedaría fuera de la Unión Europea,… y no podría regresar a ella, se insiste.  Repasemos. Cabe pensar que en caso de secesión cientos de miles de españoles, incluso millones, quedarían en Cataluña sin renunciar a su nacionalidad de origen. ¿Es posible siquiera suponer que España renunciaría a que los españoles residentes en Cataluña disfrutasen en el nuevo Estado de los derechos de ser ciudadanos de la Unión Europea?

Cataluña es un territorio fundamental para el tránsito de mercancías y personas al resto de los países de la Unión Europea. ¿Renunciaría también España a las garantías que ofrece la libre circulación de mercancías y personas que transitan desde nuestro país a Francia?

Miles de empresas españolas están radicadas en Cataluña, como lo pueden estar en Francia, Alemania o Italia. Gozan de privilegios económicos por el hecho de pertenecer a la Unión Europea. ¿Renunciaría también España a esos derechos económicos al quedar Cataluña fuera de la Unión?

En cuanto a la pertenencia a la zona euro. Su razón de ser es que las oscilaciones en el valor de la moneda, el tipo de cambio, no afecten a las transacciones económicas, ni a las inversiones en otro país de la eurozona. Si Cataluña quedase fuera de la moneda única, innumerables empresas e inversiones españolas estarían sometidas a un riesgo que ahora no tienen, el de la variación del valor de la moneda catalana. Si esta se devaluase, obtendrían menos beneficios y el valor de sus bienes en Cataluña descendería.

Más allá de todo esto, el Banco Central Europeo, el que fabrica el dinero en la zona euro, asegura a los bancos que dispongan de recursos necesarios, de liquidez, para atender a sus obligaciones de pago. Es fundamental para su normal funcionamiento. En España ahora dos de los cinco bancos más grandes son catalanes, La Caixa y el Banco Sabadell. Y no actúan sólo en Cataluña. Baste un ejemplo, de las casi 5.300 oficinas de La Caixa, 3.800, más del 70 por ciento, están en otras partes de España. ¿Dejaría desasistida el Banco Central Europeo a una entidad de la que dependen tantos españoles? El sentido común nos dice que sería impensable. El Gobernador del Banco de España y miembro del Consejo del Banco Central Europeo, Luis Linde, aseguró el pasado lunes que la banca de una Cataluña independiente no tendría el dinero del BCE y que consiguientemente habría riesgo de corralito, de bloqueo del dinero de los clientes. Jamás un responsable del BCE ha hablado de riesgos tan graves para el sistema financiero, no ya catalán, sino español, donde inevitablemente está imbricado. Por mal que puedan hacer su trabajo, se les suponía un mínimo de cordura.

La independencia de Cataluña tiene indudablemente riesgos y consecuencias muy serias. Pero no son los que agitan un día tras otro las autoridades españolas, y muchos expertos. Son más importantes si cabe. La primera consecuencia, indeseada para cualquiera que crea en un Estado donde los sacrificios recaigan más sobre los ricos, es la disminución de la solidaridad entre territorios, porque Cataluña es más rica que la media de España.

El segundo riesgo es que cunda el ejemplo y se desmiembre un Estado en el que, por las políticas aplicadas ante la crisis, cree ahora menos gente.

El tercero es el riesgo geopolítico. Cataluña es una joya demasiado preciada para que grandes potencias traten de atraerla a su área de influencia, con el perjuicio correspondiente para España.


Pero por encima de todo, el principal riesgo es mucho más obvio. Tanto, que ya “ha enseñado la patita”. Es el de la intolerancia, la incomprensión que  puede llevar al desprecio o al odio. El PP viene jugando con ello desde mucho antes de llegar al poder. Sólo hay que recordar su actuación durante el mandato de Zapatero y la reforma del Estatut catalán. 

jueves, 17 de septiembre de 2015

EL COLOR DE LA CRISIS.

Los informativos de televisión tienen un rasgo peculiar. La mayor parte de las noticias económicas o sociales van acompañadas de una especie de reportaje con testimonios de la calle o casos particulares que tratan de ejemplificar la noticia. Sube el paro y se muestra tras la información la historia de un matrimonio joven que ha perdido sus empleos al mismo tiempo. Baja el paro y otra pareja, que estaba al borde de la desesperación, cuenta como acaba de encontrar trabajo. Todos saben, o deberían saber, que se trata de una simple ilustración para humanizar los fríos datos económicos, o mostrar las consecuencias de la actuación de los gobernantes. Le llaman pieza de color.
Lo que viene a continuación es algo parecido. Es la pieza de color de las decisiones económicas tras la crisis. Pequeños detalles, sólo eso.


Un viandante se acerca a un repartidor de folletos. Le pregunta por su compañero. “Está de vacaciones”, le responde enfundado en su chaleco amarillo con el letrero ofrecemos el mejor precio por su oro.
Una mujer entrada en años explica a otra, “estoy haciendo una suplencia de verano”, mientras reparte folletos encabezados con la imagen de Einstein y la frase “sólo empleamos el 10 por ciento de nuestra mente”.
A la entrada de un supermercado está apostado el inmigrante de siempre. Abre la puerta a los clientes con la mano extendida. De vez en cuando, recibe unas monedas, que devuelve con una sonrisa y un “gracias mamá”. Se le acerca un sin techo y le extiende a su vez la mano con igual sonrisa. Entre clienta y cliente del supermercado el inmigrante entrega al que se le ha acercado algunas de sus monedas por las que recibe el correspondiente “gracias amigo”.
Un jubilado recorre calles y plazas y no da con lo que busca. Encuentra a un amigo también jubilado y se lamenta ante él. “Cada vez somos más sin nada que mirar. Nos han quitado las obras”.
Un emprendedor suplica al cielo que le ayude en su actividad recién iniciada. Al cielo atmosférico, no al otro. Lo hace con un paraguas abierto en la mano izquierda, mientras muestra otros plegados en la derecha. No llueve, pero el día está encapotado. La clave de su negocio es anticiparse a los acontecimientos.
Un chaval se acerca a la persiana metálica de una tienda cerrada por traspaso. Saca un espray de una bolsa de plástico y escribe en letra cursiva “No soy feliz, ni falta que me hace”.
El Corte Inglés se suma a la cuenta atrás mundial para el estreno de Star Wars, el despertar de la fuerza”. Esto dice en una nota del centro comercial, que continua: “Un escuadrón de soldados imperiales vigilará a los viandantes desde el escaparate del centro de Callao”. Literal.
Un presidente de gobierno se dirige a un nutrido grupo de directivos de empresa en un acto organizado por The Economist. Es el 12 de febrero de 2013. no he cumplido con mis promesas electorales pero, al menos, tengo la sensación de que he cumplido con mi deber”. “Esta ha sido una conversación, para mí, fascinante”, le dice el responsable de The Economist, que ha moderado la conferencia coloquio. Aplausos de la sala.


El mundo se redujo a la superficie de su piel, y el interior quedó a salvo de la amargura".
Gabriel García Márquez

Cien años de soledad